CUANDO ME VAYA. CAPÍTULO 33. El infierno
Para los que no lo saben, los infiernos personales también tienen medida de tiempo, y el de Kris duraba una semana. Una semana en la que Jana no abrió los ojos, una semana en la que se bañaba en el hospital y Genevive le traía algo de ropa limpia de la casa todos los días. Una semana en la que entendió perfectamente cómo sería vivir sin que ella.
-Por dios ya no aguanto más esto. ¡Tiene que hacer algo! -le gruñó al médico -. ¿No dice que la inflamación bajó?
—De verdad le aseguro que estamos haciendo todo lo posible —dijo el galeno con tono nervioso—. La inflamación poco a poco ha ido bajando, y tiene puesta alimentación intravenosa, así que, en teoría, sí podemos ver la mejoría... Simplemente tenemos que seguir esperando. Por favor ármese de paciencia.
Y seguir esperando solo era tentar otro pedazo de infierno para Kris, que no estaba dispuesto a moverse de allí hasta que la viera abrir los ojos.
Pero quizás ese Dios al que había amenazado tuvo un poco de piedad con él, y casi veinti