Capítulo 45
Diego detuvo su movimiento, bajó la mirada hacia él y luego desvió la vista. Pablo tomó un sorbo de vino.

—Hablo en serio.

—Si no tienes nada importante que decir. —Diegó respondió con un tono algo frío—. Sal a dar un par de vueltas.

—Desde un principio te dije que no debías casarte con ella... —Pablo dejó la botella de vino a un lado.

—Pablo, Sal. —La voz de Diego era baja, pero cargada de frialdad.

—¡Te lo digo porque te considero un hermano! ¿Sabes que tu esposa te está siendo infiel? —Pablo se levantó de un salto.

Diego lo miró con desdén. Pablo, lleno de indignación, sacó su teléfono y se lo ofreció.

—¿No me crees? ¡Hemos sido amigos durante años, nunca te he fallado!

Diego no tomó el teléfono, solo miró hacia abajo. La foto no era muy clara y claramente había sido tomada a escondidas. Pero se podía distinguir que el hombre en la imagen era Julio. La mujer en el asiento del copiloto, hermosa y de piel clara, era nada menos que Irene.

—¡Ya se han besado! —Pablo apretó los dientes—.
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