—¿Qué te apurabas? —dijo Pablo—. Los muchachos estábamos disfrutando de nuestras bebidas, no vayas a ser el que arruine la fiesta.
—Entonces disfrutad al máximo. —respondió Irene con frialdad—. Diego, sal, llama a abuelo y dile que no volverás.
Diego no se movió, la miró y, después de unos segundos de silencio, finalmente habló:
—Ven aquí.
—¿Vas a irte o no? —Irene tampoco se movió, solo le hizo esa pregunta.
—Ven aquí. —Diego la miró con una expresión fría y repitió.
Irene sacó su teléfono y llamó a Santiago por video. Santiago aceptó rápidamente.
—Hola, Irene.
—Abuelo, están tomando, pero veo que él está muy lúcido y dice que no va a volver. —Irene sonrió.
Le giró la cámara y Santiago vio a su nieto sentado en el centro, sin ningún signo de embriaguez. Los demás no esperaban esa jugada de Irene; Santiago, de la familia Martínez, tenía mucha autoridad, y todos de repente se sentaron muy rectos y no se atrevieron a hacer ruido.
Santiago los miró y notó que eran caras conocidas; le habí