Capítulo 4

Liam y yo nos miramos en silencio. Luego, sin decir una sola palabra, me tomó de la mano y ambos desaparecimos del lugar, elevados por su magia lejos de las miradas curiosas que comenzaban a rodearnos.

Solo cuando estuvimos lejos, volando por encima de los techos, bajamos la guardia. Minutos después, aterrizamos en una zona apartada.

— Liam… ¿cómo llegó un lamento de categoría B hasta aquí? Se supone que las barreras entre dimensiones impiden que seres como ellos crucen. ¿Qué está pasando? —

Liam soltó un suspiro profundo. En su mirada no había sorpresa, sino resignación — Aún hay mucho que debemos hablar — dijo con seriedad

— Está bien… pero debo volver a la universidad antes de que alguien note mi ausencia —respondí — Ve esta noche a mi casa. Hablaremos entonces —

Él asintió. Con su ayuda, volví al campus sin que nadie me viera. Me quité la máscara y la escondí en una grieta detrás del armario de limpieza, en un rincón olvidado donde nadie la encontraría.

El primer pensamiento que cruzó por mi mente fue Gale.

¿Está bien? ¿Salió ileso?

Salí a buscarlo, con el corazón latiendo con fuerza por la preocupación.

El ambiente en la universidad había cambiado. A pesar del desastre, la gente hablaba con emoción contenida. Había esperanza. Dos “superhéroes” habían aparecido para detener a una criatura que nadie comprendía.

Los videos se esparcían por la red a una velocidad vertiginosa. Esta vez no había dudas ni escepticismo. Múltiples ángulos, diferentes cámaras, cientos de testigos.

La evidencia era irrefutable.

Y yo… estaba en el centro de todo.

Empujé entre la multitud, con el corazón latiéndome en las sienes mientras buscaba desesperadamente entre los rostros. Entonces, sentí una mano sujetarme del brazo.

— Andy, ¿estás bien? —

Me giré, y ahí estaba Gale.

— Yo estoy bien… ¿y tú? ¿Estás herido? —

Mis ojos recorrieron cada centímetro de su cuerpo, buscando alguna señal de daño. Sin previo aviso, me tomó de los hombros, me miró fijamente… y luego me atrajo hacia él en un abrazo fuerte y silencioso.

— Gale… ¿qué haces? —

Su abrazo fue largo, más de lo habitual. Sentí que si nos soltábamos, algo se rompería. Como si el mundo nos separara para siempre al final de ese gesto.

— Discúlpame. Me asusté mucho cuando ese sujeto te llevó volando — susurró contra mi cabello.

Claro… él no sabe que ese "sujeto" es mi hermano.

— Tranquilo. Es mi hermano. Pero no hablemos de eso aquí. Es mejor ser cuidadosos —

— ¿Tu hermano? — repitió, confundido

Desde que nos conocimos, jamás le había hablado de mi familia. No una sola vez. Hasta ahora.

— Vamos a otra parte. Me muero de hambre — dije, cambiando de tema con rapidez.

Nos alejamos del lugar sin llamar la atención. Mientras caminábamos, yo verificaba con la mirada que no hubiera heridos visibles. Las estructuras estaban dañadas, pero parecía que todos habían logrado evacuar a tiempo.

Por si acaso, activé un pulso sensorial.

Me llevó más energía de la esperada, pero era necesario. Cerré los ojos y dejé que mi magia se expandiera bajo la superficie, atravesando muros, escombros y concreto. No había nadie atrapado. Nadie en peligro. Solo entonces pude respirar tranquila.

El ambiente en la ciudad seguía tenso, agitado por la conmoción. Los cafés y restaurantes estaban llenos de murmullos y pantallas repitiendo los mismos videos del lamento. Era imposible encontrar un lugar donde estuviéramos realmente solos.

Gale lo notó y, sin decir nada, me tomó de la mano.

— Vamos a mi casa —

La casa de Gale era, como siempre, sorprendente.

Imponente. Elegante. Con grandes ventanales y techos altos, diseñada para mostrar poder sin esfuerzo. A pesar de todo, Gale nunca alardeaba. Era fácil olvidar que él era el primogénito de una de las familias más influyentes del país.

— Vamos, adentro. Pediré que preparen algo para comer — dijo con una sonrisa despreocupada.

Nos recibieron apenas cruzamos el umbral, y en minutos, ya había órdenes en marcha. Gale me condujo a la terraza, una zona privada con vista al jardín, perfecta para lo que necesitábamos: privacidad.

Por fin, estábamos solos.

— Ahora sí… cuéntame. Ese otro chico, ¿es tu hermano? Entonces… ¿los poderes mágicos son cosa de familia? —

Sonreí con cierto nerviosismo. Esa era solo una parte de la verdad.

— Bueno, se podría decir que sí. Pero si quieres saberlo todo… vas a necesitar tener la mente muy abierta —

Gale me miró con una expresión divertida.

— Andy, podrías decirme que tienes ocho brazos y te creería… aunque nunca llegara a verlos —

Ése era Gale. Incondicional. Siempre.

Suspiré, recogiendo el valor que necesitaba para decirlo en voz alta por primera vez ante alguien ajeno a mi mundo.

— Está bien… comenzaré desde el principio —

Hice una pausa. Luego, con voz firme, hablé — Yo no nací en la Tierra —

La sorpresa pasó fugazmente por su rostro, pero no dijo nada. Me dejó continuar.

— Y antes de que lo digas, no, no soy una especie de alienígena ni nada por el estilo. Verás… la Tierra es solo uno de muchos mundos que existen. Los humanos no han encontrado vida en otros planetas porque están buscando en el lugar equivocado. La realidad es que sí hay vida más allá, pero en universos paralelos. Existen planos distintos al nuestro. Mundos enteros —

Sus cejas se alzaron levemente, pero seguía sin interrumpirme.

— Hace siglos, esos universos coexistían en armonía. Era posible viajar entre ellos. Había respeto, colaboración, intercambio… Pero todo cambió con la última gran guerra —

Mis palabras se volvieron más lentas, como si cada sílaba pesara.

— Los humanos empezaron a desconfiar de los magos. Y con esa desconfianza, llegaron los ataques. Se crearon mitos y mentiras entre especies, se rompieron alianzas. La reina de mi mundo, para evitar que se desatara una guerra entre dimensiones, tomó una decisión: separarnos. Creó barreras entre los mundos. Selló los caminos. Desde entonces, nadie puede viajar entre ellos. Y con el tiempo, las nuevas generaciones… olvidaron que alguna vez existieron otros mundos —

Miré a Gale con cautela. Temía ver escepticismo. Burla. Miedo.

Pero lo único que vi fue algo que me desarmó por completo: curiosidad.

Pura y genuina curiosidad.

Gale parecía asimilar cada palabra con una concentración que pocas veces le había visto.

— Entonces… ¿ahora mismo hay otros mundos? — preguntó, con un tono más curioso que incrédulo.

Antes de que pudiera responder, uno de los sirvientes entró en la terraza con la comida. Colocó los platos con suma delicadeza y se retiró en silencio. Justo antes de que saliera, Gale le pidió que no permitiera interrupciones.

— Continúa, por favor —

Respiré hondo. Hacía mucho tiempo que no hablaba de Dargenthu, de mi hogar... o de la verdad. Durante tanto tiempo me había forzado a olvidar, que al decirlo en voz alta, las palabras se sentían extrañas, casi ajenas.

— Sí, Gale. Existen otros mundos, parecidos a la Tierra en muchas cosas, pero separados entre sí. Están aislados desde hace siglos. Muy pocos han conseguido viajar entre ellos, porque se necesita una cantidad inmensa de magia para hacerlo. Yo nací en uno de esos mundos: Dargenthu. Allí es donde reside la reina… y donde ahora algo está ocurriendo. Algo grave. Las barreras que separan los mundos se están debilitando, y por eso están apareciendo lamentos aquí, en la Tierra —

Gale asintió, procesando — Esas bestias con las que has estado luchando… —

— Sí. Se llaman lamentos. Pero originalmente no existían en ningún mundo. Fueron creadas por un mago extremadamente poderoso que quiso convertirse en el gran monarca de los ocho mundos. Para lograrlo, creó un ejército con magia oscura. Esas criaturas se alimentan del dolor, del sufrimiento, de la oscuridad que habita en los corazones de los seres vivos —

Tomé un sorbo de agua antes de seguir. Gale apenas parpadeaba.

— Durante la guerra, los lamentos se volvieron imposibles de contener. Fue entonces cuando la gran reina Pandora sacrificó su vida para purificar la energía que los alimentaba. Su hijo, el príncipe Félix, enfrentó al mago oscuro y consiguió sellarlo… pero murió por las heridas de aquella batalla. Con la pérdida de la reina y de su heredero, los mundos entraron en caos. La desconfianza se esparció como una plaga, y comenzaron a atacarse entre ellos. Los magos fueron perseguidos, acusados de traición, cazados —

Gale frunció el ceño, sus dedos jugueteando con el borde de su servilleta.

— ¿Y entonces fue cuando...? —

— Sí. Fue entonces cuando la hija de Pandora, Olimpia, ascendió al trono y tomó una decisión definitiva: sellar los mundos. Levantó barreras entre ellos. Cerró los caminos. Lo hizo para evitar más guerras, más pérdidas. Desde entonces, ningún mundo podía cruzar al otro… y las generaciones siguientes olvidaron que alguna vez existieron otros planos de existencia —

Él me observaba con intensidad. Su expresión era indescifrable. Por un momento, temí que no me creyera.

— ¿Gale? —

— Perdona… solo intento comprender todo esto. Entonces, ¿tú eres una hechicera? ¿O algo parecido? —

— Bueno… sí. En cierto modo. Cuando se crearon las barreras, todos los magos que sobrevivieron se refugiaron en Dargenthu, bajo la protección de la familia real… y también bajo su vigilancia. El objetivo era evitar que alguien volviera a crear algo tan monstruoso como los lamentos —

Una punzada de dolor cruzó mi pecho. El recuerdo de mis propios errores me golpeó como una ola. Cerré los ojos por un instante, intentando ocultar el temblor en mis manos.

— Pero tú lograste llegar aquí. Y ahora tu hermano también. Dijiste que algo grave está pasando —

Asentí lentamente.

— Sí. Mi hermano vino a buscarme porque la reina está muy enferma. Y eso está afectando el equilibrio. Verás… el rol de la familia real no es solo político. Es mucho más que eso. Solo una mujer de nuestra línea puede mantener estable la energía mágica que fluye entre los mundos. Las barreras. El equilibrio. Todo depende de esa energía… y de su control —

Me detuve un momento para observar su rostro. Seguía atento, sin escepticismo, sin burlas. Solo una calma expectante.

— La familia real es responsable de recolectar esa energía, regularla y redistribuirla de manera que no se desborde. Pero ahora, con la reina enferma, la energía mágica no está siendo controlada. Y eso está generando rupturas en los límites dimensionales. Aún no sé por qué los lamentos están cruzando específicamente hacia la Tierra… pero sin control, la magia buscará cualquier lugar donde liberarse —

Me despedí de Gale después de haberle contado todo lo que sabía sobre la situación actual. Sin embargo, aún había demasiadas cosas que ni yo misma comprendía: ¿por qué los lamentos están apareciendo en la Tierra? ¿Cómo fue posible que reaparecieran, si supuestamente fueron sellados para siempre? Esperaba que Liam pudiera darme más respuestas esa noche.

El camino de regreso a mi departamento se sintió más largo de lo habitual. A cada paso, escuchaba fragmentos de conversaciones entre desconocidos: todos hablaban del ataque, del caos, del monstruo. Nadie sabía de dónde habían salido esas criaturas, ni quiénes eran las figuras enmascaradas que las enfrentaron. Y, de alguna forma, esa ignorancia colectiva me dio cierta tranquilidad. Mi identidad seguía a salvo. Nadie conocía a Liam en este mundo. Aún teníamos tiempo.

Pasadas las ocho de la noche, Liam llamó a la puerta. Lo invité a pasar con un gesto rápido.

— Adelante — dije. Noté que sus heridas estaban sanadas por completo. Eso me alivió más de lo que esperaba — Por favor, dime qué está sucediendo. ¿Cómo es que todo esto ocurre ahora? —

Liam entró con su porte habitual, aunque había una sombra distinta en su rostro: serena, sí… pero cargada de melancolía. Algo en su mirada me hizo saber que las noticias no serían buenas.

— Andy, la otra noche te hablé sobre la situación, pero no llegué a contarte todo — dijo con calma — Siéntate. Esto tomará un tiempo —

Nos acomodamos en la sala de estar, cada uno con una taza de té en las manos. El aroma reconfortante contrastaba con la tensión que empezaba a apoderarse de la habitación.

— Como ya sabes, la reina permanece en el templo. Su estado es crítico. La magia está desequilibrada, y eso afecta directamente las barreras que separan los mundos. Ella ha hecho todo lo posible para mantenerlas, pero sus fuerzas están llegando al límite. Aun así, gracias a su poder, las barreras no han colapsado del todo… todavía —

Hizo una pausa para beber un sorbo de té antes de continuar.

— Pero la situación cambió hace unos meses. El ejército oscuro llegó a las puertas de la Ciudadela. Nuestras tropas han resistido con valentía, pero la oscuridad se regenera, se expande, como una plaga imparable. Aaron tomó el mando del ejército para reforzar la defensa, pero ni siquiera su fuerza ha sido suficiente para contenerlos. El terreno fuera de la barrera protectora es ahora un páramo de sombras —

Me llevé una mano al pecho. Aaron… él siempre fue el más fuerte entre nosotros.

— La reina impuso una barrera mágica que mantiene la ciudad protegida — continuó Liam — pero todo lo que queda fuera ya es dominio de la oscuridad. He estado creando portales hacia otros mundos para evacuar a los civiles. La mayoría ha encontrado refugio en el universo de Deimos. Allí, los dragones aún conservan el poder suficiente para contener a los lamentos… aunque tampoco han logrado destruirlos por completo —

Sus palabras comenzaron a pesar en el aire como una tormenta inminente.

— El Consejo del Rey ha enviado mensajeros a todos los mundos conocidos para advertirles del peligro. Cada mundo está preparando sus ejércitos, Andy. Pero la oscuridad se extiende con rapidez, y si no logramos unir a los ocho mundos en un solo frente… no tendremos oportunidad —

Me quedé en silencio.

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