Capítulo 5

No había palabras. Ni pensamientos coherentes. Solo una sensación de vacío, de impotencia.

La oscuridad avanzaba… y ya había tocado la Tierra.

Pero yo conocía bien a los humanos. Sus ejércitos no estaban preparados para algo así. No podrían luchar contra el ejército oscuro con armas convencionales. No sin magia. No sin fe.

Liam hablaba de unir a los ocho mundos, como en la última gran guerra.

Pero aquello fue hace siglos.

Hoy, las civilizaciones ya no recuerdan. Ya no confían. Y ese podría ser nuestro mayor error.

— Andy, ¿ahora comprendes la importancia de tu regreso a la Ciudadela? — la voz de Liam fue firme pero serena, cargada de urgencia y responsabilidad — La única forma de combatir esta amenaza es uniendo a todos los ejércitos. Pero no podemos hacerlo mientras las barreras sigan tan inestables. Derrumbarlas en este estado podría provocar una implosión… que destruya más de un universo —

Sus palabras pesaron en el aire. Entendía lo que me estaba pidiendo, pero las implicaciones eran inconcebibles.

— Liam… yo ya no tengo el poder que solía tener. Tú mismo viste el esfuerzo que hice para conjurar un sello tan simple… apenas logré mantenerlo —

Liam se acercó y tomó mis manos con firmeza.

— Andy, tú sabes que tu magia está contenida… no perdida. Los sellos que la Reina impuso aún están en ti. Pero si se retiraran, tu poder regresaría por completo —

Sentí un escalofrío recorrerme. Aquella posibilidad era justamente mi mayor temor. El pensamiento de liberar ese poder me paralizaba.

— Liam, yo… no fui capaz de controlar mi magia. No entonces. No ahora. Esos sellos existen por una razón, y tú lo sabes. Ahora me estás pidiendo que controle toda la energía mágica desbordada de los ocho universos. ¿Acaso no ves lo absurdo que suena? Es una locura. Tú sabes que ese no era mi destino… — mi voz se quebró. No podía pronunciar su nombre. Decirlo significaba aceptar su ausencia — Ella debería estar aquí. Este… este era su destino. De no ser por mí… nada de esto estaría pasando… —

Mis últimas palabras se ahogaron entre lágrimas. El recuerdo de mi hermana muerta me desgarraba por dentro. Pensar en ella era como abrir una herida que nunca había cicatrizado. La culpa me envolvía como una sombra. Una parte de mí no podía dejar de pensar que yo había usurpado un lugar que no me correspondía.

— Andy… —

Liam quiso decir algo más, pero yo ya había tomado una decisión. No podía… no debía regresar.

— La situación es demasiado peligrosa. Si pierdo el control aunque sea por un instante… la catástrofe sería inevitable. No puedo poner a todos en riesgo. Lo único que puedo hacer ahora es ayudar desde aquí. Tal vez soy la única capaz de luchar contra los lamentos en este universo —

Me limpié las lágrimas y lo miré con firmeza.

— Liam, no voy a volver. Encontrarás otra forma de resolver esto… sin mí. Me quedaré aquí, protegeré la Tierra. Y si llega el momento en que los ocho universos logran unirse, entonces iré… pero como representante de este mundo. Tú has visto sus ejércitos, sabes que no tienen ninguna posibilidad de resistir por sí solos. Esa es mi decisión —

El silencio de Liam fue más elocuente que cualquier palabra. Su rostro revelaba decepción, pero también comprensión. No era la respuesta que esperaba, pero no me presionó.

— Lo entiendo… — respondió finalmente — Pero por favor, ten cuidado. Aún no sabemos quién está abriendo los portales entre los mundos. Alguien… o algo… está permitiendo que los lamentos crucen dimensiones. Y yo creo que no lo hacen al azar. Buscan algo. Aunque todavía no sabemos qué —

¿Buscar algo? Esa idea me dejó helada. Los lamentos no solían tener un propósito. Solo obedecían. Se alimentaban del caos, del dolor. Pero si ahora están buscando algo en particular… significa que hay una mente detrás. Un amo. Alguien que los dirige.

— No te preocupes por mí, Liam. Ahora sé que aún puedo usar una parte de mi magia. Y con eso… espero que sea suficiente para proteger este mundo —

Mi hermano asintió en silencio. Sin añadir nada más, se marchó.

Yo no pude dormir esa noche. Las palabras de Liam, el peso de mis recuerdos, la ausencia de mi hermana… todo se agolpaba en mi mente como una tormenta interminable. Me sentía impotente. Débil. Indigna del legado que me fue arrebatado… o que tal vez yo misma renuncié a cargar.

Si tan solo fuera más fuerte… nada de esto estaría ocurriendo.

En los días siguientes, los lamentos no cesaron. Continuaban apareciendo en diferentes puntos de la ciudad, y con cada nuevo ataque, me vi obligada a enfrentarme a ellos. La máscara que me dio Gale se volvió indispensable; una segunda piel que protegía lo poco que quedaba de mi anonimato.

Cada batalla era más fácil que la anterior. A medida que recuperaba mi magia y fortalecía mi cuerpo, sentía cómo regresaba la guerrera que un día fui. Pero el peligro no disminuía. Al contrario, crecía. La multitud que se aglomeraba en cada incidente con sus teléfonos alzados, obsesionada por captar el mejor ángulo, no entendía lo cerca que estaban del desastre. Su necesidad de testimoniar cada momento solo añadía una capa más de dificultad a cada enfrentamiento: debía protegerlos, sellar a la bestia, y mantener mi identidad oculta.

Las redes sociales estaban saturadas de imágenes y videos de “la chica de la máscara”. Todo el mundo hablaba de mí sin saber quién era realmente. Algunos medios la llamaban una heroína; otros, una amenaza. Surgieron cientos de teorías y hasta impostoras que aseguraban ser aquella figura enmascarada… pero ninguna pudo probarlo. Yo sabía que, si me mostraba ante las cámaras tal como soy, perdería lo poco que quedaba de mi vida normal.

Mientras más peleaba, más crecía mi fuerza. La magia fluía con mayor libertad, aunque todavía bajo el peso de los sellos. Sin embargo, había una consecuencia imprevista: cuanto más fuerte me volvía, más lamentos parecían llegar. El tiempo entre sus apariciones se acortaba cada vez más, hasta el punto en que la lucha contra ellos se convirtió en una tarea de tiempo completo.

Tuve que dejar la universidad. También abandoné mi trabajo. Ya no podía fingir que llevaba una vida normal. Gale se ofreció a ayudarme en todo lo que pudiera, y lo ha hecho sin dudar. Pero aunque agradezco su apoyo con el alma, no puedo evitar sentir que lo estoy arrastrando a una carga que no le corresponde. Aun así, no tengo muchas opciones.

— Andy, ¿has pensado en revelar tu identidad? — preguntó Gale una tarde, con la voz baja pero cargada de emoción — Estás protegiendo a toda la humanidad… y nadie sabe quién eres —

— Gale, eso es una exageración — respondí con una pequeña sonrisa — Pero aunque quisiera, si dijera quién soy, perdería cualquier posibilidad de tener paz. Además, hay algo que me preocupa —

Él me miró con curiosidad, atento.

— Los ataques se vuelven más frecuentes. Algo está muy mal, y lo puedo sentir. Temo que llegue un punto en el que yo sola no pueda proteger a la Tierra. Si eso pasa… este mundo necesitará su propio ejército. Uno capaz de luchar contra estas bestias —

Gale me miró, confundido al principio.

— ¿Un ejército? ¿Cómo podrían hacerlo? ¿Con qué… armas? —

— No con armas — negué con la cabeza — Es posible que los humanos puedan desarrollar habilidades mágicas, como las mías. No es algo fácil ni rápido, pero no es imposible. En Dargenthu, todos los magos pasamos por un entrenamiento y un ritual de vinculación. Así se nos despierta la magia —

Gale se quedó pasmado, los ojos muy abiertos por la sorpresa.

— ¿Estás diciendo que cualquier humano puede convertirse en mago? —

— En teoría, sí. Aunque no es tan simple como parece —

— ¡Eso es increíble! — dijo, y pude notar la emoción chispeando en su voz.

— Vamos por algo de comer — le propuse — Y te explicaré cómo funciona —

Mientras caminábamos, no podía dejar de pensar en los riesgos de lo que acababa de decir. Quizás no era tan buena idea abrir esa puerta.

Conforme los días pasan, las batallas contra los lamentos se vuelven cada vez más frecuentes. Y con cada enfrentamiento, siento cómo los sellos que mi madre impuso para reprimir mi magia comienzan a perder fuerza. No sé si es por el uso constante de poder, o por el creciente debilitamiento de la reina. Cualquiera que sea la causa, me aterra. Mi magia, cuando no está contenida, es incontrolable. Me consume… y podría destruirlo todo.

He pensado en una posible solución: si transfiero parte de mi poder a otros mediante un vínculo, quizás se diluya su intensidad, y así ya no sea tan peligrosa. Tal vez, de esa forma, pueda seguir luchando sin caer en el abismo del descontrol.

Hace días que no veo a Gale. Desde que la universidad comenzó a ser reconstruida, y sin clases que nos unan, el tiempo juntos ha disminuido drásticamente. Además, ha estado algo distante desde que rechacé su propuesta de mudarme temporalmente a su casa. Sé que lo hizo con buena intención, pero no podía aceptar. Aun así, sin mi trabajo ya no puedo pagar la renta, y Gale… Gale está cubriendo casi todos mis gastos. Eso me hace sentir aún más culpable.

Estoy en medio de estos pensamientos cuando una voz me interrumpe de golpe:

— ¡Andy! —

Levanto la mirada. Gale se acerca con una sonrisa tan grande que por un momento olvido todas mis preocupaciones.

— Hola, Gale — le respondo, intentando igualar su energía.

— Andy, tengo la solución a todos nuestros problemas —

La emoción en su rostro es genuina, contagiosa.

— ¿Problemas? ¿De qué hablas? —

— Vamos, te invito a comer y te explico —

Genial. Otro gasto más que le debo a Gale… pero, sinceramente, me muero de hambre.

— Está bien, vamos —

Durante el trayecto al restaurante, no dice una palabra. Pero la emoción brilla en sus ojos. Cuando llegamos, pedimos algo rápido y, mientras esperamos, finalmente me revela su idea.

— Escucha. He estado pensando mucho en lo que dijiste sobre que la Tierra debe formar su propio ejército. Y también en que tu magia está en riesgo de salirse de control. Creo que entrenar nuevos magos es vital para el futuro. Por eso hablé con mi padre estos días… y logré que acepte financiar nuestro proyecto —

— ¿Financiar? ¿Qué proyecto? —

— ¡Una academia, Andy! Tú y yo vamos a fundar una academia donde se entrene a los nuevos magos. Necesitaremos recursos, claro: instalaciones, material, seguridad. Pero mi padre nos ayudará con eso. La idea es que cualquiera que desee prepararse pueda hacerlo. ¿Qué opinas? —

Gale está rebosante de entusiasmo, pero sus palabras me generan más ansiedad que alivio.

— Gale, crear nuevos magos no es una tarea sencilla. No todos están preparados para eso. Si entregas magia a alguien con resentimiento o deseos de venganza, esa persona podría convertirse en un mago oscuro. No sería capaz de controlar el poder que se le otorgó… además, yo jamás he creado un vínculo mágico. No sé qué tanta energía soy capaz de transferir sin consecuencias —

Entonces, con una convicción sorprendente, Gale me dice:

— Empieza conmigo —

Sus palabras me toman completamente por sorpresa. Gale… me está pidiendo que lo convierta en mago.

— Gale… — mi voz tiembla — No puedo hacerte eso. No quiero que vivas lo mismo que yo he tenido que enfrentar —

— Andy, sé que no es algo fácil, pero he pensado mucho en esto. Realmente quiero hacerlo. Quiero ayudarte… y entenderte un poco mejor —

Gale ya me ayuda demasiado, pero él no lo ve así.

— Gale, nunca he creado un vínculo. Si algo sale mal… podrías morir —

Eso es cierto. Pero también hay otras cosas, peores incluso, que podrían pasar si el ritual falla.

— Andy… moriría feliz si mis últimos momentos fueran a tu lado —

Su mirada es tan sincera, tan transparente, que me da un vuelco el corazón. Quiero negarme. Sé que debería hacerlo. Pero le debo tanto... y en el fondo creo que su alma es lo bastante pura para soportarlo.

— Está bien — dije al fin, en voz baja — Te convertiré en un mago —

Antes de iniciar el proceso, le expliqué con detalle cada fase. No había espacio para errores.

— Antes de intentar crear el vínculo, deberás entrenar tu cuerpo. La resistencia física es esencial: durante la transferencia mágica, el cuerpo humano atraviesa un colapso energético. Si no estás preparado, no sobrevivirás —

Gale asintió en silencio.

— Luego — continué — viene la etapa más difícil: la prueba espiritual. Tendrás que enfrentar tus miedos más profundos, reconocer tus odios, resentimientos y heridas. Si no logras liberarte de toda oscuridad interior… tu alma será corrompida por la magia, y te convertirás en un lamento. Así de serio es esto —

— Lo entiendo — murmuró, esta vez más serio.

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