—¡Oh... ¿a dónde van? —preguntó Ines, deteniendo a la pareja. Su rostro se iluminó con una sonrisa traviesa y continuó con voz eufórica—: ¡Vine a decirles que los inscribí en la competencia de baile!

Yalens se detuvo en seco, su expresión se tensó con la incredulidad.

—¿Qué hiciste? ¿Qué? —vociferó con el ceño fruncido.

Ines, ignorando la evidente molestia, respondió con un tono defensivo.

—Sí, Luigi, el DJ, es mi amigo y me pidió encarecidamente que lo ayudara. Le faltaba una pareja, ¡y ya saben que mi hermano no lo va a hacer!

De repente, la voz de Ines se volvió suplicante, sus ojos se llenaron de lágrimas que, sin poder contener, rodaron por su mejilla. Su rostro adoptó una expresión de profunda tristeza.

—¿Oh, me prestas a tu esposo, Yalens?

—Ines, eso no es correcto —intervino Anton con un tono helado, su voz un eco de la desaprobación.

—¡Por eso! ¡Entonces bailen los dos! —exclamó Ines, recobrando su entusiasmo—. Yalens es una excelente bailarina, ¡fue la reina c