Amelia se dispuso a abandonar la oficina, pero antes de que pudiera dar un paso, Maximilian aferró su antebrazo, deteniéndola. Ella se giró, con los ojos abiertos de par en par, su mirada interrogante.
—Deseo que dirijas la reunión —explicó él, su tono firme—. Sé que podrás hacerlo bien, y será una manera contundente para que los demás entiendan la razón por la que eres la directora de marketing. Haz valer tu lugar y demuestra de lo que estás hecha, Amelia.
La propuesta era completamente inesperada, y Amelia sintió un nerviosismo que la invadió. Dudó en aceptar lo que le pedía.
—Maximilian, debo estar preparada para este tipo de eventualidades. No puedes pedirme en el último momento que lo haga, no podría hacerlo —se sinceró, mientras él aún sujetaba su antebrazo. En esa zona de su piel, sentía un ardor que se extendía por todo su cuerpo. Intentó soltarse, pero Maximilian afianzó el agarre.
—En realidad no es una petición amable, Amelia, es una orden de mi parte y deberías acatarla. E