A la mañana siguiente, Maximilian tardó varios minutos en ubicarse. Cuando la avalancha de lo que se enteró el día anterior regresó a su mente, fue como una estocada de la que no podría librarse. Se levantó de la cama, con pasos lentos, y trató de espabilar sus sentidos, dirigiéndose al baño donde pasó un buen rato.
Mientras tanto, Anna estaba en la cocina preparando el desayuno, involucrándose en la tarea junto a la sirvienta, a quien le parecía demasiado extraño que Anna estuviera ayudándole.
—¿Se encuentra bien, señora?
—Por supuesto que me encuentro bien. ¿Y por qué me haces esa pregunta?
La sirvienta, con sinceridad, le dijo: —Es que la veo bastante colaboradora el día de hoy, no es que no lo haga, pero...
Anna la detuvo con una sonrisa. —Ya sé lo que vas a decir, y sé lo que quieres escuchar. Es que normalmente no hago ese tipo de tareas, es verdad. Pero ahora lo quiero hacer, me siento enérgica —le dijo, y la mujer asintió, disculpándose.
Maximilian, tras una ducha revitalizant