24. Salva a nuestra hija, por favor
Cassio todavía tenía asuntos que resolver en roma, y Francesca era el primero de ellos. Cuando regresó a la mansión; después de asegurarse de que Kathia tomara un vuelo en su jet privado a la costa, sabía que encontraría a su hermana allí.
— Cassio, cariño, te estaba esperando, yo… — pero él se apresuró hasta el despacho, dejó la puerta abierta para que ella lo siguiera y después la enfrentó al girarse.
— ¿Por qué? — era lo primero que necesitaba saber — ¿Por qué diablos me hiciste esto, durante años, Francesca? ¡Creí que éramos hermanos! ¡Creí que me querías!
— ¡Y te quiero! — le gritó, clavando las manos contra el escritorio pulido que los separaba — Yo… yo te quiero, Cassio, pero no de la forma en la que tú has creído todo este tiempo — terminó por decir en voz baja.
Cassio la miró con los ojos entornados y un sudor frío atravesó su nuca.
— ¿De qué carajos estás hablando?
Francesca se limpió las lágrimas y tomó una exhalación. Después lo miró con profundidad con aquellos ojos rayad