Después de darse una ducha, Jason regresó junto a Adeline y se inclinó sobre su esposa, atrayéndola hacia sí hasta que ambos se perdieron nuevamente el uno en el otro.
Después de eso, no se quedaron dormidos de inmediato. Permanecieron recostados, conversando en voz baja. Adeline le contó a Jason todo lo que había hecho en la casa de Odette. Pero de pronto, un pensamiento cruzó por su mente, oscureciendo su expresión. Recordó una pregunta que la había estado inquietando desde la mañana—una que aún no se había atrevido a hacerle a su esposo.
—Jason… ¿puedo preguntarte algo? —murmuró Adeline, rodeándolo con sus brazos.
—Claro. ¿Qué quieres preguntar? —respondió Jason con suavidad.
—¿Por qué aceptaste el matrimonio arreglado conmigo? —preguntó Adeline, mirándolo cálidamente a los ojos.
—Hmm… no lo sé muy bien —contestó Jason, desviando la mirada.
Adeline guardó silencio.
—Jason… —susurró.
—¿Sí? —respondió él, arqueando las cejas.
—¿Me amas? —preguntó Adeline con inocencia.
Los labios de