Punto de vista de Sofía

El agua tibia, mezclada con lavanda y sal marina, finalmente había comenzado a calmar los temblores que habían sacudido mi cuerpo. Mis lágrimas, una amarga solución salina que reflejaba el agua de la bañera, hacía tiempo que habían cesado. Recorrí la porcelana resbaladiza con las yemas de mis dedos, como una silenciosa despedida a las emociones turbulentas que acababa de liberar.

Al salir de la bañera, un escalofrío recorrió mi espalda, fue un fuerte contraste con el capullo humeante que acababa de abandonar. El agua perlaba mi piel, reflejando la suave luz del baño, un lienzo de pequeños diamantes brillantes. Extendí la mano hacia mi camisa de algodón extragrande, la que usaba como escudo, un cómodo capullo, pero mi mirada se enganchó en mi reflejo en el espejo.

La mujer que me devolvía la mirada no era la chica que solía encogerse bajo el peso de las duras palabras de su padre y las agresiones físicas de Carmen y Camila. Mis hombros ahora eran más anchos, mi