La noche apenas había empezado y Miley, temía por su vida. Era algo que no podía entender, porque agradecía no ser golpeada como castigo por los errores de su familia, no se sentía aún cómoda en este tipo de castigo que, aunque le daba placer, le había causado mucho dolor.
Harding, sonrió al ver el temor en los ojos de su esposa y acaricio su rostro con delicadeza, una que Miley no pensó recibir de él. Pero, deseaba que durará más y por ello, cerró los ojos concentrándose en cada sensación que le despertaba su toque. — No soy bueno siendo delicado, esposa sustituta. Pero, intentaré ser menos rudo esta vez — susurra Harding, para después, bajar al pecho de Miley y acariciarlo suavemente. Sin embargo, antes de siquiera Miley mantener su ritmo, la calentura había invadido por completo a Harding, quien respiraba