Capítulo 3

Lo único que a Harper no le dolía eran las hebras de sus cabellos. Luego, absolutamente todo, comenzó a arder y a atormentar. Oraba para que no le dejara ninguna marca, cardenal o herida que Mark pudiera ver, sino, él la acusaría de infidelidad como habitualmente suele hacer y la molería a golpes, cómo es su costumbre.

Mark, no es un mal hombre, o al menos, antes no lo era. Un dulce joven de aspecto nerd pero con la simpatía del más famoso de la universidad, todo un espécimen digno de estudio. Y a pesar, de que ella estaba cursando una carrera de ciencias exactas y naturales, un día, viéndolo pasear por el pasillo, el hombre, le guiño un ojo, haciendo que Harper, estallara en vergüenza.

Que él, todos los días que la veía, la saludaba con una sonrisa deslumbrante, convirtió esa extraña esperanza de conocer al nerd pero sociable hombre, en aleteos de mariposa.

Fue por eso que se enamoró de Mark, el gran economista, el gran abogado Mark Hisuth.

¿Ahora sentía mariposas voladoras en su estómago? No, ahora solo sentía los moretones y la sangre correr por su nariz, luego de hacer la comida muy "salada" o "sin sal" cuando él regresaba-que era casi todos los días-borracho de algún bar de mala muerte.

Por eso se empeñó tanto en buscar un trabajo. No podía seguir así, su hija Hannah, una pequeña de apenas cinco años, no merecía tener un padre abusivo y golpeador. Ya es hora de que Hannah busque una solución más rápida por el bien de su pequeña abeja.

Llegó a su casa, se sacó rápidamente el traje para poder lavarlo y enmendarlo antes de que llegara Mark a la casa, ya que él no sabía que Harper estaba pidiendo trabajo y menos que estaba juntando algunos ahorros para escaparse con Hannah. Este trabajo parecía ser su única salida, la única salvación para sus vidas.

Comenzó a planchar sus pantalones, como a él le gustaban, con la raya perfecta en el medio y bien almidonadas, con cuatro de agua y uno y medio de almidón. "Un abogado marca su seguridad ante el cliente con su aspecto" solía repetir una y otra vez, cuando antes la golpeaba por no entender la dosis exacta que a él le gustaba, ya que Mark tampoco se lo decía. Era "trabajo" de Harper, adivinarlo y conseguir hacerlo correctamente.

Todavía le quedaban algunas cicatrices en su espalda de algunas sesiones por esa causa.

Se tragó el malestar y siguió planchando.

Terminó rápidamente, preparó la cena y fue corriendo a prepararse para ponerse "presentable" para el "señor de la casa"

Mark odiaba ver descuidada la casa y verla descuidada a ella. Entonces siempre tenía que presentar el uniforme correctamente planchado de él, luego preparar a su niña y llevarla a su guardería/escuela, para luego volver, hacer las compras del día con el dinero justo que le daba Mark-a veces se tenía que poner a regatear con el dueño del supermercado ya que Mark la azotaba con el cinto azul marino si es que no le alcanzaba para hacer una cena buena cuando los precios de los productos subían-, hacer el almuerzo para que él llegue y encuentre todo servido, caliente y listo en la mesa. Coma todo y se largue de nuevo a trabajar.

Corría a la guardería a llevarle el almuerzo a Hannah y solo al llegar a su casa, podía ella almorzar tranquila. Levantaba la mesa, hacia los quehaceres que faltan y luego lo mismo. De noche, planchar pantalones, camisas; hacer la cena, ponerse bonita y salir corriendo para traer a su hija a la casa.

Una rutina que se ha repetido por dos malditos años. Una y otra vez, en grabación trabada, en un bucle infinito.

Después de preparar la cena, lloró un montón con el agua corriendo por su espalda en la ducha que se estaba dando, al parecer, los vidrios la hirieron en varias partes e incluso en el cuello, por lo que se tuvo que colocar una remera de cuello alto casi con cuello de tortuga y unos pantalones largos holgados.

Justo cuando se estaba terminando de peinar, colocando el último cabello rebelde bajo hebillas negras de metal para que no se noten, escuchó la puerta de su casa abrirse y el alma cayó a sus pies.

Mark había llegado temprano a casa, lo que significa solo una cosa: problemas.

Bajó las escaleras lo más rápido que las lesiones de la espalda y los dolores musculares la dejaban y recibió a su novio.

—¡Cariño!—fingió emoción, mientras tragaba la bilis que se le subía por la garganta al verlo trastabillar bajo el marco de la puerta. Mark venía borracho y aún no había ido a buscar a Hannah—. ¡Llegaste temprano, qué emoción más grande! ¿Cómo te ha ido en el trabajo?

Mark gruñó una respuesta que Harper sinceramente no entendió porque estaba concentrada en quitarle el saco del traje Armani que cargaba para ponerlo en el perchero y que no se ensucie o arrugue y el otro motivo por el cual no le entendió fue porque su lengua casi ya no se despegaba del paladar al hablar. Venía muy ebrio de quién sabe dónde.

Al menos no traía el aroma a colonia de mujer. Harper casi quiso escupir ante la esperanza que siempre se repetía cada vez que llegaba borracho. "Al menos no trae perfume de mujer"

¿Hasta cuándo va a seguir soportando lo mismo?

—¿¡La cena!? ¿Dónde está la cena?—gritó Mark más fuerte de lo que Harper creyó, ya que el oído que estaba más cerca a su novio, quedó pitando con un sonido agudo y persistente—. Mujer, no te lo voy a repetir dos veces, te dije que dónde…

—Aquí, cariño, mira, está en la mesa—con cuidado, mostrándole a Mark que Harper solo lo iba a ayudar a llegar a la mesa ya que no se ponía equilibrar solo sin dar tumbos por doquier. Tomó uno de sus brazos y lo pasó por encima de su hombro. Al instante se arrepintió y se tensó, apretando los dientes para no llorar del dolor. Las heridas, se había olvidado de las heridas de su espalda—. Es tu cena favorita, ravioles rellenos de queso y papas a la rusa. ¿Ves? ¿Te gusta?

Harper, quedó parada a un lado de la mesa, esperando obedientemente a que su novio comenzara a comer. Cuanto más rápido comiera y se fuera a dormir, más rápido podría buscar a Hannah, cenar juntas y volver a dormir.

Ella no podía sentarse a comer en la misma mesa que él, ya que es responsabilidad de la mujer, de la ama de casa, velar por la comodidad de su novio o esposo, en cuanto a la comida se refiere, la mujer solamente puede comer, una vez que él hombre haya comido su último bocado y se haya levantado de la mesa.

Así son las reglas, no hay excepciones y nunca las hubo.

Y tampoco es que él alguna vez le haya preguntado sobre su día, sobre qué hizo o no, o si necesitaba contar algo que le pareció interesante de la rutina. Mark nunca escuchaba, pero le encantaba ser escuchado.

—¿Cómo estuvo el trabajo, cariño?—volvió a preguntar, con lo que creyó que era una sonrisa amable en el rostro.

—Malditamente mal—tomó el primer bocado sin siquiera notar el sabor por la borrachera que se cargaba—. El maldito inversionista de la empresa, el CEO "Todopoderoso"—hizo comillas con los dedos, destilando veneno por la boca como la serpiente que era—. No aceptó nuestros términos y condiciones tan fáciles, en la reunión que por cierto, duró horas y horas, solo por qué dijo que no lo "beneficiaba lo suficiente para valer ese riesgo" incluso se puso de mamón, exigiendo ésto y aquello, creyéndose el rey del mundo, cuando ni siquiera puede hacer algo por su propia cuenta sin su tropa de guardaespaldas o su séquito de abogados extranjeros…

—¿Entonces no pudieron cerrar el trato?—Harper preguntó. Si eso era así, entonces tenía completamente sentido que Mark hubiera llegado temprano y completamente ebrio, enojado y frustrado del trabajo.

Oraba para que comiera más rápido, se fuera a dormir y luego para que la mujer pudiera traer a su hija lo más rápido posible.

"Ojalá que no haya problemas con él, hoy, no estoy en buenas condiciones físicas de soportar una paliza si quiero ir a retirar a Hannah…"

—No—maldijo mientras comía pan de centeno, el único pan que su sistema digestivo podía digerir sin darle una diarrea tremenda—. El CEO es un engreído hijo de perra que se cree que tiene el derecho de humillarme a mí…¡A mí! ¡El mejor y más prestigioso abogado de toda la ciudad!

Harper hizo una mueca cuando Mark escupió en la mesa. Esa mancha no querrá salir solo con unas cuantas cepilladas…

Mark miró con asco la saliva con comida del mantel y trató de limpiarlo con una servilleta, solamente haciendo más desastre, manchando más el mantel y moviendo todos los platos de encima de la mesa.

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