Cuando Zoé despertó en la mañana no encontró a Rafael, puesto que le había dicho que estaría ahí.
Salió de la cama y se adentró a la ducha. Era una lucha muy grande para ella el no ver lo que su mente, ya de por sí, tenía grabada. Con ropa limpia bajó hacia el primer nivel y en este no encontró más que silencio.
Pareció una casa desierta, como si en ella nadie haya habitado. Pero cuando escuchó un ruido en la cocina avanzó a ese lugar, hallando a un Rafael ocupado con lo que tenía en un sartén. Arrugó el ceño y sonrió.
__ Creí que te habías ido. - mencionó logrando de Rafael se diera la vuelta. Con la camisa arremangada hasta los antebrazos, sirvió el desayuno con suma calma. - ¿Cocinas?
__ No hay cosa que no pueda hacer, Nena. - se jactó sin dar más explicaciones. - Siéntate y disfruta de tener un esposo con habilidades únicas.
__ Solo es comida. - tomó el plato.
__ Una comida preparada por Rafael Santamarina. Debería ser posteado por todos lados. - llevó ambos platos al comedor, d