Narra Robert
Llegar a mi casa y estar solo en mi habitación, fue como encender la mecha de lo que sería luego una explosión. Estuve un día completo encerrado del mundo, en el que tampoco respondí a mensajes ni llamadas. Pero luego de eso, sentí que necesitaba algo de compañía y llamé a Vero para que estuviera conmigo, lastimosamente eso no fue posible. Su suegra llegó de Rusia y no podía venir a verme, lo que hizo sentir aún más triste.
—Señor Robert, ¿Quiere algo?
—No, Ainoa.
La chica se va y escucho sus pasos bajando las escaleras. Cierro mis ojos y vuelvo a escuchar sus pasos, ¿Qué querrá ahora?
—Señor.
—¡Por Dios! Dije que no quiero nada, ¿acaso no entiendes?
—Estoy aquí —dice Vero desde afuera.
De inmediato me pongo de pie y abro la puerta, la veo y no puedo evitar darle un abrazo, realmente me hacía bien tenerla en estos momentos.
—Gracias, muchas gracias por venir.
Vero me abraza y entramos al cuarto juntos, cierro la puerta y ella se acomoda conmigo en la cama.
—Lamento no pod