La ciudad se erguía en medio de la noche, mientras Victoria y Oliver permanecían en la parte de atrás del auto conducido por Carlos.
Victoria no tenía idea de cuál sería su destino, o dónde la llevarían ahora mismo. Oliver era demasiado inestable y sus palabras realmente no la hacían saber nada.
El viaje transcurría en silencio. Oliver miraba por la ventana, sumido en sus propios pensamientos, mientras Victoria se aferraba al asiento, tratando de procesar todo lo que había ocurrido y lo que podría suceder a continuación.
Finalmente, el auto se detuvo frente a una imponente mansión. Las luces en la entrada principal estaban encendidas, pero el resto de la casa se sumía en la oscuridad de la noche.
—Hemos llegado —anunció Oliver, saliendo del auto sin esperar a Victoria.
Carlos abrió la puerta para que Victoria pudiera bajar, y ella lo hizo con precaución. Miró a su alrededor, intentando identificar el lugar. La mansión era majestuosa, pero la atmósfera estaba cargada de tensión.
Oliver