Rebusco entre los muebles de la cocina de Iris hasta dar con una olla limpia, y me pongo manos a la obra. Primero, saco la moneda y la coloco en el centro del recipiente, le echo agua y la pongo a hervir.
Espero frente a la estufa, que he puesto a fuego alto para acelerar el hervor. Cuando comienzan a formarse burbujas, añado la ruda fresca, el romero seco y la cáscara de limón. Bajo un poco la intensidad del fuego para que el hervor sea lento, tal como me indicó la anciana. Mientras la mezcla sigue burbujeando, me quito la peluca que llevo puesta y arranco una hebra de mi propio cabello.
La observo temblando entre mis dedos, trago saliva. El miedo me está matando, pero no hay otra salida si quiero salvarlo. Coloco la hebra frente a mí, cierro los ojos y pronuncio el nombre completo de Renzo tres veces antes de dejar caer el cabello en el agua hirviendo.
Después, añado una cucharada de miel oscura a la mezcla. Tomo un cuchillo del mostrador y me pincho el dedo, dejando que brote una g