#46:

— ¿Por qué me cuentas esto? ¿No se supone que son asuntos de negocios en los yo no tengo nada que ver?— Susurró ella.

— Oh, amore. Pero resulta que no quieroalos entendidos entre nosotros, cuando me encuebtee al tal Paolo, lo llenaré de plomo. Y no quiero que creas que lo hago por celos, porque siento algo por tu hermana o por cualquier otra tontería.

Sandro se levantó de su silla, se acercó a ella y la subió a mesa.

— ¿Qué haces?, yo...

— Shhh. No protestes. No tengo hambre de comida pero de ti sí.— Masculló, pegado a su boca, en lo que Sander contemplaba todo aquello con curiosidad.

Caty levantó las manos y le enterró los dedos en el pelo, sujetándole la cabeza mientras le devolvía el beso y exigía a su vez. Comenzó a mover las caderas mientras el sabor y el olor de de su esposo se apoderaban de ella como una droga. El deseo se extendió por su cuerpo, abrasándole la piel.

Se moría por saborearlo, por sentir sus manos mientras la desnudaba y la tomaba allí mismo, sobre la mesa, y se
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