Cuando Silvia fue a la puerta, los guardias le dijeron que era Amaranta Estévez.
—¡Amaranta, lárgate! La familia está pasando por mucho, y tú, no eres familia —recriminó la mujer.
—¡Abre la m*****a puerta, Silvia! Quiero ver a Mariza, supe lo de Jorge, ella está muy mal —dijo Amaranta.
—Ella está en labor de parto, tenemos a una enfermera y matrona, no te entrometas, ahora, querida, ¡lárgate!
Amaranta golpeó la puerta.
—Abre ahora, tengo guardias conmigo, y entraré a la fuerza.
—¡Irás presa, Amaranta!
—Entonces, yo llamaré a la policía y exigiré ver a Mariza.
La mujer rio con burla.
—Hazlo, verás cómo será desestimado, además, no te olvides, Mariza está dando a luz en casa, con una matrona y una enfermera, hazlo, llama a la policía, a ver qué haces con tu cara de estúpida —exclamó, mirò a los guardias y dejó la orden clara.
—Que nadie entre y si lo hacen, disparen.
Silvia volvió a casa.
Escuchó gritos de Mariza, quejidos y súplicas.
—¡Abran! Por favor, ya no es un maldito juego, Silvi