Capítulo 10

Mientras el coche avanza por las calles de Nueva York no puedo dejar de pensar en que ya no tengo casa, trabajo y para colmo, hay una organización criminal que quiere verme muerta.

Una mañana perfecta.

Después de empacar algunas cosas en una bolsa de viaje, salimos del departamento.

Siento que acabo de entrar a otro mundo.

A mí lado, ladrando órdenes por su móvil está Cillian. El conducto y el copiloto no se inmutan ante el tono de este.

—Ya estamos llegando—dice el copiloto. El coche se detiene frente a una lavandería.

Cillian baja.

—Baja —ordena un poco inclinado desde la acera.

—¿Qué hacemos aquí? —pone los ojos en blanco.

—Solo baja del maldito auto.

De mala gana lo hago y uno de los hombres me quita la bolsa de viaje. Mis bailarinas negras no hacen ruido en el pavimento mientras lo sigo al interior.

Después de guardar todo me puse unos vaqueros, una camiseta y encima una chaqueta ligera.

Necesitaba un baño, pero creo que cuando lleguemos a nuestro destino podré tener algo de
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