Esposa Culpable del Magnate
Esposa Culpable del Magnate
Por: Isabella Arden
Capítulo1
—Señorita Rosales, usted tiene cáncer de pulmón en etapa tres. Estimamos le quedan menos de seis meses de vida.

¿Cáncer de pulmón?

Las pupilas de Julieta Rosales se contrajeron. Tenía tan solo 27 años. ¿Cómo podía tener cáncer de pulmón terminal?

Sus manos temblaban de incredulidad y sorpresa.

—Doctor, ¿está seguro?

—Si no me equivoco ¿Usted es Julieta?

Afirmó teniendo su mente en blanco.

—Entonces, sí, estoy seguro. Sé que aún es joven, por lo que esto es difícil de aceptar, pero no hay ningún error en el diagnostico, Señorita Rosales.

Tiene una pequeña posibilidad de sobrevivir si es hospitalizada, así que le recomiendo que sea ingresada de inmediato, para empezar el respectivo tratamiento.

¿Ingresada? Julieta bajó la cabeza y leyó los resultados de laboratorio varias veces. Las palabras "cáncer de pulmón en etapa tres" atravesaron como flechas fulminantes su corazón.

Todavía era tan joven. ¿Cómo podía tener cáncer de pulmón terminal?!

Hace tres años, era la joven señorita de la familia Rosales de ciudad Marina y ahora era la respetuosa señora Cisneros. Las cosas seguían siendo las mismas, pero las personas a su alrededor habían cambiado.

La familia Rosales ya no existía, su padre había fallecido, su hermano estaba desaparecido y el hombre al que amaba ya no la amaba.

Ahora, también iba a perder su vida.

¿Qué pecados había cometido en su vida pasada?

¿Por qué Dios la trataba de esta manera tan cruel y despiadada?

Julieta no sabía la respuesta a estas preguntas.

Rechazó la recomendación de ser ingresada en ese momento. Su cáncer ya era terminal, ¿por qué molestarse, en recibir tratamiento, si al fin y al cabo iba a morir pronto?

Salió del hospital con la mente confusa. Pasó por los movimientos mecánicamente, sin saber qué hacer.

Hacía dos años, había tenido un aborto espontáneo. Llovía a cántaros, pero Leandro Cisneros la dejó afuera de la villa, atrapándola bajo la lluvia toda la noche.

Podría haber contraído cáncer de pulmón debido a esa experiencia.

Deambuló sin rumbo, sin darse cuenta de cuánto tiempo había estado caminando. De repente, escuchó el débil sonido de las olas rompiendo. Cuando levantó la cabeza, las lágrimas inundaron sus ojos.

Esta era la playa donde había conocido a Leandro hace cuatro años, instintivamente había llegado a este lugar de grandes y dolorosos recuerdos.

Se detuvo en seco. Una película parecía reproducirse: se veía a sí misma y a Leandro de hace cuatro años. Sin embargo, estaba distorsionada y fragmentada, y Leandro la miraba fría y con odio.

¿Qué había llevado todo a ser como estaba hoy?

Apretó el resultado del laboratorio en su puño mientras sentía que su corazón se apretaba.

Quizás esta relación debería terminar, al igual que su vida.

Caminó hacia la playa, luego se agachó para quitarse los zapatos y las medias antes de entrar en el agua helada. Mientras estaba allí de pie, un pensamiento se apoderó de su mente.

"¿Por qué no me divorcio?"

Amar era dejar ir. Si él la despreciaba tanto, ¿por qué no obtener de una vez por todas el divorcio y devolverle así su libertad?

Ella también quedaría libre después de todo.

Todo comenzó justo aquí, así que también debería terminar aquí.

Llamó a Leandro.

—¿Estás ocupado?

La voz impaciente de Leandro se elevó desde el otro extremo del teléfono.

—¿Qué quieres?

—Estoy en la playa. Me gustaría verte.

Leandro sonrió fríamente.

—Julieta, ¿qué pasa ahora? No tengo tiempo para lidiar con tus tonterías y locas ideas de siempre.

—Leandro, ¿por qué no nos divorciamos?

Antes de que Leandro pudiera responder, agregó:

—Te enviaré la ubicación. Deberíamos hablar cuando llegues aquí.

Después de colgar, Julieta le envió un mensaje a Leandro con la ubicación antes de apagar su teléfono.

Tenía demasiado miedo de escuchar su respuesta. Necesitaba al menos tenerlo aquí en persona para poder enfrentarlo, sin sentir reproches.

—Él debería conmoverse cuando reconozca el lugar, ¿verdad?

Después de esperar un rato, Julieta escuchó un grito de enojo que venía desde atrás.

—Julieta, ¿crees que Leandro se sentirá culpable si te quitas la vida? —Dalila Ortega se encontraba junto a la playa mientras miraba a Julieta, que había entrado al mar. Se sonrió satíricamente dijo: —Leandro te desprecia. Me temo que estará encantado si mueres.

El corazón de Julieta se apretó. Era insoportable, todo su ser estaba siendo destrozado poco a poco.

Se había casado con Leandro cuando estaban enamorados.

En aquel entonces, ella era la joven señorita de la familia Rosales, y él era el hombre más rico de Marina. Eran perfectos el uno para el otro; su amor era inagotable, el resto del mundo sobraba en su idilio de amor.

Después de casarse, él prometió que la mimaría para siempre. Sin embargo, en menos de un año, cuando ella estaba en el hospital al borde de la muerte después de sufrir un aborto espontáneo, él había desaparecido.

Cuando regresó, parecía ser una persona completamente diferente.

Era distante y déspota con ella y no regresaba a casa por las noches, ya no le interesaba en lo más mínimo.

Pronto, la familia Rosales quedó en bancarrota. El padre de Julieta se suicidó saltando de un edificio, y su hermano menor desapareció.

Julieta pensó que Leandro la consolaría, pero fue indiferente. En dos años, pasó de estar decepcionada a estar en la total desesperación y angustia.

Ahora, le habían diagnosticado cáncer de pulmón terminal. Por eso, quería el divorcio.

No esperaba que Dalila, su mejor amiga, viniera a verla ahora.

"¿Cree que quiero suicidarme? ¿Y aun así no se digna en venir?"

—¿Cómo supiste que estaba aquí?

Dalila frunció los labios y se burló cínicamente.

—Leandro me dejó su teléfono cuando está en una reunión. ¿De qué otra manera lo sabría? No soy adivina —Julieta mordió sus labios pálidos—Dalila, te considero mi mejor amiga, ¿pero aun así solo te preocupas por mi esposo en este momento?

—¿Preocupada yo? — Dalila se rio sarcásticamente—Julieta, ¿has perdido acaso la memoria? Leandro me ha estado llevando a todo tipo de eventos en estos últimos dos años. ¿No sabes lo que está pasando?

El corazón de Julieta se apretó cuando escuchó eso. No lo había olvidado.

¿Cómo podría olvidarlo?

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