112. Verdades que duelen
Dania.
Conforme pasaba el tiempo el enojo se fue disminuyendo y comencé a sentirme mal por todo lo que le dije a esa mujer que claramente le afectó mucho, después de todo ¿quién soy yo para juzgar?, si es una prostituta a mí que me importa, no conozco su vida o las razones que tuvo para hacer lo que hace, en tanto a mi comportamiento... fue muy egoísta, la última vez que miré a Alessandro me deseó felicidad y yo... no soporté verlo feliz al lado de otra persona siendo que quien lo dejó, fui yo.
Pasaron las horas y miré varias personas entrar y salir del templo, hasta llegar a esta hora de punto muerto en donde no hay nadie más, solo yo y mi culpa, miro la figura del señor, le ruego perdón por mi comportamiento, me pongo de pie dispuesta para marcharme a casa, salgo de la banca y cuando me doy vuelta noto que hay un hombre parado en el centro del pasillo, lleva un traje oscuro de tres piezas, su cabello negro está perfectamente arreglado, sus manos descansan dentro de los bolsillos de