Cuando estaba en el convento esperaba con ansias el momento de poder marcharme de ahí, a los 21 años ya tendría la libertad para decidir quedarme y dedicar mi vida a la iglesia o vivir por mi cuenta, yo siempre ansié salir de esos muros, fue una completa sorpresa cuándo me di cuenta de que mis padres no se habían olvidado de mí y que cuando llegara el momento vendrían por mí, no pensé que tardarían tanto, pero no fue una decepción total para mí, ya que tenía una meta, un propósito a los 21, salir del convento y estar en casa con mis padres.
Pero ahora que estoy aquí y me he dado cuenta de que nada es como pensé que sería me siento destrozada, mis padres no son ni la sombra de lo que dicen ser, de lo que fingían ser frente a la abadesa, o lo que fingen ser con esas personas de la iglesia, comienzo a sentir rabia hacia ellos, una emoción que contamina y es dañina, pero no puedo evitarlo.
La gente los mira como personas ejemplares, de bien, solo porque no saben su pasado, no los conoce