Capítulo 8.

En cuanto se aleja de mí y comienza a charlar con un hombre como si nada, como si no hubiera dicho tal afirmación hace unos segundos, siento una vocecita en mi cabeza que me dice te lo dije. Sí, esa que todo el día me estuvo diciendo que no viniera, era un presagio y yo lo ignoré. Noto que Alexander ignora las palabras de todos y se acerca directamente a mí, me toma del brazo y me guía hacia al jardín, todo esto ante la vista burlona de Max.

En cuanto nos hemos alejado del bullicio, Alexander me suelta delicadamente y me observa antes de hablar. Yo sin embargo siento el pasto seco en mis pies.

—¡¿Qué carajos haces aquí?! —espete con evidente enfado en su voz.

—Yo no sabía que estarías aquí —susurro. De repente estoy demasiado cansada como para discutir.

—Sí, pero te pregunté por qué estás aquí.

—¿Debo pedirte permiso? —le pregunto. Él frunce el ceño.

—Creí que no querías hacerte, me refiero a acostarte con alguien por plata. Me lo dijiste, eso me diste a entender, sin embargo, estás a
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