— Por favor, diosa de la luna, escucha mis súplicas... Sé que no he hablado mucho contigo, ni he aullado en las lunas azules ni en otras... Sé que no he sido el líder digno que debería ser... Pero, por favor, te lo suplico, tráela de vuelta. Ella es la compañera perfecta que elegiste para mí, es la luz en mi oscuridad, mi pequeña lux lunaris... No me dejes aquí sin ella, por favor... Aún no he tenido la oportunidad de hacerla feliz como se merece, por favor...
La voz de Miguel resuena llena de dolor y desesperación, rompiendo el silencio como un lamento agonizante, sus sollozos entre frases claramente audibles.
— Vaya, sobrina, su fervor logró llegar hasta aquí. Estoy impresionado — la voz del emperador resuena entre las sombrías paredes de su trono en el inframundo.
Selene se materializa en el centro del salón, su presencia radiante en marcado contraste con el ambiente opresivo y llameante del castillo. Se mantiene erguida, la barbilla alta, los ojos azulados fijos en el emperador co