— ¡Maldición! — exclamó Mariana, su mente buscando alternativas para romper el escudo.
Pedro disparó otra vez, esta vez apuntando cuidadosamente al punto donde la barrera mágica parecía más débil: la parte trasera de los lycans. Sin embargo, en el instante en que la bala se acercó, el punto brilló con más intensidad y ocurrió lo mismo de antes: la bala tembló en el aire y, en un segundo, se desintegró en polvo.
— ¿Cómo los derrotaremos? Ni siquiera las balas de plata pueden acercarse, y tu magia tampoco tiene efecto, Mari — murmuró Pedro, sintiendo la desesperanza infiltrarse en su pecho.
Lovetta se lanzó contra uno de los lobos más grandes, sus colmillos encontrando el cuello del enemigo. Sintió el sabor de la sangre, pero el lobo se recuperó con una rapidez imposible, sus heridas cerrán