— Sé lo que vi — repite en voz baja. — Era ella, sí. No vengas a decirme que estoy alucinando, era Melody.
El silencio entre ellos se vuelve pesado. Pedro la observa por un momento, intentando elegir las palabras correctas, pero antes de poder decir algo, decide actuar. Con pasos lentos, se acerca a Mariana y coloca las manos sobre sus hombros, tratando de ofrecerle algo de consuelo.
— No tienes que ponerte así, Mari — su voz es suave. — Te creo.
Mariana reprime el impulso de poner los ojos en blanco y decirle que no necesita que él le crea, porque ella sabe lo que vio.
— En cuanto rescatemos a Sasha, te ayudaré a encontrar a Melody. No dejaremos piedra sobre piedra, no descansaré hasta que la encontremos, lo prometo.
Mariana lo mira con una expresión escéptica. Las palabras de Pedro no logran apaciguar la furia que la consume; por el con