Kesha abre la puerta de la cueva de Sasha con una sonrisa traviesa en el rostro. El sol ya está alto en el cielo, y sabe que Sasha necesita un pequeño empujón para empezar el día.
— ¡Ya es hora de despertar, Bella Durmiente! — exclama Kesha con entusiasmo. — Si tardas dos minutos más, te quedarás sin desayuno.
Sasha, aún envuelta en las mantas, se revuelve en la cama y suelta un gemido de dolor, su rostro contrayéndose por la incomodidad. Kesha frunce el ceño, preocupada, cuando un olor metálico llega a su nariz. Es el olor de la sangre, pero no de una herida. Entonces, entiende lo que está ocurriendo.
— Ah... — murmura Kesha para sí misma, con una mezcla de comprensión y preocupación en su voz. Sale rápidamente del cuarto, cerrando la puerta en silencio, y se dirige a la cocina donde Luciana está preparando el desayuno.
— Señora Luciana — Luciana se gira hacia Kesha, frunciendo el ceño al notar que Sasha no está con ella, pero antes de que pueda preguntar, Kesha continúa: — Creo que