OLIVER DRAKE
Caminaba por las calles oscuras con el abrigo cerrado hasta el cuello y los audífonos puestos, pero sin música. No necesitaba distracciones.
El cartel parpadeante me dio la bienvenida: “Coffee & Net”. El mismo lugar. El punto exacto desde donde Rosa Negra lanzó su último ataque.
Me detuve frente al local, escaneando cada centímetro. Era un sitio discreto, casi olvidado por el tiempo, pero perfecto para alguien que sabe desaparecer sin dejar huella. Ella había estado aquí. Sentada en una de esas sillas rotas, usando una conexión sucia para violar mi sistema más protegido.
Empujé la puerta. El sonido de la campanilla oxidada me puso los pelos de punta. Como un eco del pasado reciente. Entré, saludé con un gesto al barista y pedí un té. Me senté en la mesa del rincón donde el sistema había detectado la IP. Mi corazón dio un vuelco tonto, al imaginar que ella hubiera estado sentada aquí, en esta misma mesa.
Abrí mi mochila y saqué una microcámara camuflada. No podía quedarme