La nana esperaba mi respuesta.
—No es el momento, no quiero que culpen a José Eduardo por no quedarse, además ha estado lloviendo bastante.
Llegué temprano, me senté a escuchar la eucaristía, cuando se llenó vi a mi hermana sentada en las últimas bancas y a su lado se encontraban mis padres. Me dio alegría ver a papá, no quise acercarme. Esperé a que se fueran, de lejos los observé, vi a Maju y César ayudando a papá a subir al carro, mi mamita iba a conducir.
—¡Tía! —Samuel corrió a abrazarme, me arrodillé. Lo llené de besos—. ¿Cuándo vas a la casa?
—Pronto amor, por ahora no le digas a nadie que me viste.
—¿Pol qué el abuelo se puede enojal?
—Si amor y hay que protegerlo.
—Sí. ¿Pelo a Julián si puedo?
—Si tú quieres. ¿Cuánto me quieres?
—Un montón tía.
—Ve con tus papás.
Me dio dos besos, uno en cada mejilla, como amaba a mis sobrinos. Desde lejos vi que los Maldonado, los Orjuela, los Abdala y los Katsaros se fueron a la casa cural. Samuel se fue en busca de su hermano y vi a todos