Estaba en casa.
Me sorprendí por el pensamiento.
“Casa”. Todavía me costaba pensar en la gran mansión Galger como mi casa, pero junto a Tomas, estaba en casa. Meneaba los dedos de mis pies sobre su regazo, le enseñaba la bonita pedicura que me había hecho hoy y él me acariciaba los pies con cariño. Veíamos uno de los documentales que tanto le gustaban, era sobre la vida en la Alaska.
Me sentía cómoda y feliz, pero no podía dejar de revivir mi amargo encuentro con Beatriz y Aknes en el salón de belleza. Ellas me habían ignorado totalmente, pero soltaron comentarios intencionados sobre sus reuniones con Tomas. Con poca satisfacción sabía que Tomas estaba obligado a continuar reuniéndose con Aknes, ella el puente, un as que no podía dejar ir así como así, por más que yo quisiera.
De todas formas sus comentari