Estaba temblando y ni siquiera hacía frío. Era el hecho de que me estaba yendo, que lo estaba dejando todo. No me había detenido un segundo a pensarlo, estaba segura y ahora no era que lo dudara. Pero estaba abrumada por la grandeza de mi decisión.
Amaba esta ciudad, lo amaba todo, pero quería a Tomas más que eso.
Cuando lo miré mi corazón se sacudió, tenía ojeras al igual que yo, pero sus ojos se veían radiantes y me sonreía. Estiró una de sus manos y acarició mi mejilla con devoción en su mirada. Me hizo sentir segura.
—Todo va a estar bien —me recordó.
Imaginé como sería todo al llegar a su casa, esa mansión preciosa y acogedora, tan privada que eran pocos los que la habían visto por dentro. Solo seríamos él y yo…Detuve mis pensamientos. Estaban mal. No íbamos a ser solo &eac