Si la primera vez que estuvo con él había sido magnífica, ahora que eran oficialmente una pareja, le excitaba más. Era suyo, así como ella era de él.
— Annika – susurró Eyra pasando sus dedos sobre el tatuaje del pecho de Konstantin, era una rosa con sangre. – ¿Quién es?
Konstantin la atrajo a él, pasando su brazo por sus hombros desnudos, dándole suaves caricias en el inicio de sus senos.
— Mi hermana – suspiró. – Murió pocos meses después de nacer.
— Lo siento – dijo Eyra, removiéndose en la cama.
— Tranquila – le sonrió. – No es algo que me incomode hablar, tuve una vida dura – suspiró. – No es nada grave hablar de ello – le dio un beso en la cabeza.
Eyra recordó las palabras de Katherine, si él llegaba a hablarle de su vida, de su pasado, ya estaba en su corazón.
— ¿Cómo era ella? – preguntó curiosa, acariciando el pecho del pelirrojo.
— Era hermosa, jamás olvidaré ese hermoso rostro angelical – dijo con una sonrisa.
Konstantin se aisló unos minutos en su mente, pensando en qu