Alexa
Cuando venía hacia acá, estaba furiosa. Quería pagarle con la misma moneda, decirle a su esposa que él la engañaba, porque siempre he pensado que no la merece. Pero ahora que lo tengo frente a mí, temblando como si fuera un pequeño ratón asustado, estoy dudando que él fuera el causante de este problema.
—¿Me quieres explicar qué diablos es esto? Sabes en el problema que me estás metiendo y en el que te estás metiendo tú. No, creo que todavía no lo sabés.
Él empieza a leer la revista y niega. Se pone de pie, aún con la revista en sus manos, y se sirve un trago. De inmediato lo tomo cuando se voltea hacia mí y pellizca el puente de su nariz.
—No digas estupideces, Alexa. ¿Me crees tan idiota para hacer esto? Sabes lo que nos puede perjudicar en la empresa cuando se entere que nuestros agentes se involucran con nuestros clientes. Por favor, si yo hubiera hecho esto, hundiría a mi empresa. Por supuesto que yo no lo hice.
Yo me quedo pensando, y en eso él tiene razón: la empresa ser