DANA
Una niña. Nuestra hija.
Yo voy a ser una buena madre.
En cuanto el doctor sale de la consulta para que pueda cambiarme, siento las manos de Killian quitarme las lágrimas y con cuidado me retira el gel frío del estómago con un papel. Es tan delicado... Y entonces me da un beso justo sobre el ombligo que me hace temblar.
—Gracias por esto, Dana —escucho que dice.
Llevo mi mano a su mata de pelo oscura.
—También es gracias a ti.
Me mira con tanta intensidad que casi no puedo ni respirar. Sin dejar de mirarme él me ayuda a sentarme en la camilla y la bata se me baja hasta taparme. Siento el calor de sus grandes manos acariciarme la cintura y pasearse sobre mi.
—Sois mías —asevera.
—Lo somos —aseguro.
Me da un beso que sé que si hubiéramos estado en casa terminaría de otra forma, pero tenemos que irnos. Lo veo siendo tan intenso que no aleja sus manos de mi, ni siquiera cuando conduce.
—Empezaré a remodelar su habitación —comenta—. Y lo que sea necesario para que la casa sea segura.
Y