Federick
Mientras tanto, en occidente, me quedé de una sola pieza, acostumbrado a leer el periódico de la mañana. En la página principal, los anuncios de farándula me hicieron querer desfallecer; un gran letrero proclamaba el fin de mi existencia.
“El gran empresario Dorian Evans anuncia su compromiso con la magnate Charlotte Feldman; esta será la boda del año”.
Tomé el periódico y lo arrugué, desmenuzándolo de la misma manera en que sentía que mi corazón también se quebraba.
Tomé mi teléfono y marqué el número de Charlotte, pero estaba apagado. Necesitaba hablar con ella una última vez, decirle cuánto la amaba y preguntarle si de verdad estaba lista para dar ese paso con Dorian; esto no podía quedarse así.
Al notar que Charlotte no respondía mis llamadas, pensé en la única persona en quien podía confiar: Diane, su hermana, que trabajaba en la empresa de ella y me daría información precisa sobre su paradero. Afortunadamente, seguía en Industrias Feldman.
—¡Federick! Hermanito, ¿a qué