Capítulo 53. La carta.
Capítulo 53. La carta
Lucien estaba cansado, llevaban
semanas dando palos de ciego. Cada pista, cada olor, cada supuesto rastro que sus hombres encontraban terminaba en lo mismo: nada. Un callejón sin salida.
El jeep se detuvo frente a una zona pantanosa, cubierta de niebla. Marcus bajó primero. Tenía la mirada cansada, los ojos rojos de no dormir y la ropa manchada de barro.
—No hay nada aquí —dijo, golpeando la puerta con frustración—. Solo huellas antiguas.
Lucien no respondió. Bajó del jeep y aspiró el aire una y otra vez. Solo tierra mojada, podredumbre y frustración. Ni un solo rastro de Emilia.
Había pasado tanto tiempo buscándola que ya no sabía si dormía o solo cerraba los ojos por inercia.
Comía poco, hablaba menos. Duncan rugía dentro de su cabeza, impaciente, desesperado, como si cada hora que pasaba sin encontrarla fuera un golpe directo a su hombría.
—Tiene que haber algo —murmuró Lucien, mirando el suelo.
Marcus bajó la mirada. No quería decirle lo que en rea