Capítulo 3

Ya es lunes y aunque mi reposo era de tres días, no podía esperar, debía comenzar a trabajar o corría el riesgo de quedarme en casa, pensar demasiado y amargarme, o peor, ponerme triste.

Pienso tantas cosas, aún estoy acostada en la cama, estiro mis brazos hacia arriba y me siento, volteo y ahí esta él, mi adorado esposo, mi esposo divertido para todos y aburrido para mí, está viendo al lado opuesto, como siempre.

—Mi amor, despierta. — toco su espalda.

De joven pensé que uno de los placeres del matrimonio seria ver su rostro al despertar, pero él no es así y aunque me acostumbré a ver su espalda, a veces espero más.

—Me meteré a bañar. — le digo. Hizo un pequeño gesto con la mano, está despertando.

Me meto directo a la ducha y el agua corre por mi rostro, comienzo a enjabonar mi cuerpo y puedo sentir como se pone la piel de gallina con el agua fría, será por la temperatura o por estar pensando en aquel doctor, y peor aún, empieza una taquicardia y no sé si es por el empleo o por él. Debo parar con esta atracción tonta que siento.

—Dios… — digo con ojos cerrados mientras paso mis manos por mi pecho.

—me hablas? —dice Christian, mientras entra al baño y comienza a cepillarse los dientes. — buenos días amor.

Me sorprendió

—buenos días cielo. —digo tragando mucha saliva y culpa, por mis últimos pensamientos. Voy al lavamanos y comienzo a aplicarme crema hidratante en el rostro, luego en mi cuerpo aun desnudo.

—esta casa es la mejor, adoro el baño, el hecho de que cada uno tenga su espacio. — dijo Christian en referencia a los dos lavamanos.

—siempre he pensado que es completamente innecesario, te mantiene aún más lejos de mí. —digo

—no seas tontita, amor. — dice besando mi hombro.

El termina primero que yo, pone su mano en mi cintura mientras me ve en el espejo unos instantes y luego se va. Noto que me ama, pero su necesidad de tiempo y espacios me hace sentir tan sola.

—no lo soy, Christian, me siento sola. —me lo digo a mi misma frente al espejo, esperando que él pueda escuchar, pero como siempre, no lo hace.

Termino de prepararme con mi uniforme y maquillaje, doy una última mirada al espejo y noto los años que tengo, 35 ya, con una piel hermosa para la edad pero que no oculta mi experiencia, tez clara, ojos verdes con un pequeño sombreado marrón, cabello castaño oscuro hasta la cintura, con flequillo largo y mejillas con rubor sutil, igual que mis labios. Pienso a cuál de mis padres seré más parecida, alejo esas ideas y salgo del baño.

—Cariño, vamos, debo llevarte para hacer las gestiones con el seguro de tu auto. —grita Christian desde el piso de abajo.

—¡¡¡está bien!!! — Grito desde arriba, tomando la última de mis pastillas anticonceptivas.

Ya emprendiendo el camino observo a Christian hablar por teléfono mientras maneja, una práctica peligrosa pero indispensable en su profesión.

—No, no puedo viajar a Los Ángeles ahora, pasé varios meses fuera, ¿quieres arruinar mi matrimonio? —le dice en broma a su agente.

Su cabello negro, perfectamente peinado, ojos café hermosos y ya puede verse la barba asomando unos vellos, cuando lo observo así sé cuanto lo amo, incluso manejando, miro sus manos tomar el volante, es tan varonil, pero sus manos hoy me recuerdan otra cosa también.

Mi mente puede recordar claramente sus palabras “espero que no me odie por siempre doctora” y su mano cálida estaba sosteniendo la mía, en ese momento estaba tan fría como un tempano de hielo, que se intensificó cuando Christian nos interrumpió y se subió al auto.

¿Acaso Maximiliano notará lo que me hace sentir si lo veo nuevamente? Me siento una tonta colegiala.

Llegamos al hospital

—Gracias por traerme, ten un buen día. —me despido con un beso y me coloco la bata.

—igual tu amor, disfruta el nuevo trabajo, me quedaré en casa por hoy. —dice cuando cierro la puerta.

Estuve tan absorta en mis problemas maritales y mi desdén con la vida que olvidé escribir mi presentación o al menos emocionarme como es debido.

Entro al hospital y me recibe la jefa de enfermería.

—excelente día para comenzar Dra. Mónica. —dice Imelda con una gran sonrisa. — hace un clima hermoso.

—Es verdad Imelda, está cálido y amigable. — le dije sonriendo.

El doctor Thomas Granadillo, director del hospital, caminaba hacia nosotras, acompañado de tres doctores, una rubia, una morena y el hombre que había estado rondando en mi cabeza los últimos días.

—buenos días doctora Montenegro. — dicen al unísono en el encuentro. Mientras Imelda se aleja.

—hace una buena mañana, Dr. Thomas, aunque no tan buena para traer un discurso preparado. — dije en tono de broma al director.

—de eso quería hablarte Mónica, tendrás una cirugía de emergencia antes, podríamos dejarlo para mañana, por ahora te presento a tu personal, los mejores residentes del Children´s Minnesota Hospital. — dijo en alardeando.

Eso no lo vi venir, ese hombre, estar bajo mi tutela y tan cerca, estaba asustada y emocionada a la vez.

—en ese caso, deben saber que soy muy exigente, si alguno se cree incompetente para cumplir con el trabajo, será mejor que se retire ahora. — sentencie mientras miraba a Maximiliano a los ojos.

Me sonrió y se le formaron pequeños hoyuelos, que tontería. ¿Cree que por tener ojos de mar va a intimidar todos mis años de experiencia?

—son los mejores Mónica, no van a retroceder. Los dejare solos para que te informen del caso. — dijo retirándose. — fuerza muchachos.

—háblenme del caso. —dije en tono serio mientras caminaba a los quirófanos.

— niño de 7 años de edad, presenta fiebre, tos y mucosidad. Fue diagnosticado de catarro de vías altas, y después de explorarlo, se descubre un soplo sistólico. — comenta la doctora rubia.

—Sin otros hallazgos patológicos exploratorios, se le citó un mes después para evaluar el caso, se pensó que podía ser infección por la fiebre. — dijo la morena.

—¿Nombres? — pregunté mientras me giraba para verlos.

—Alicia Robinson. — dijo la morena.

—Miriam Sanders. — dijo la rubia.

—Maximiliano Casanova. — dijo mientras me miraba fijamente. — realizamos un electrocardiograma y el soplo empeoró, debe ser intervenido ya mismo. —agregó

No pude evitar sonreir, con ese apellido no queda mucho a la imaginación.

—que procedimiento proponen, doctores? — dije

—cierre quirúrgico. — dijo rápidamente Maximiliano

—por qué no un catéter? —pregunté

—Es algo que podríamos corregir en este momento, con un catéter quizás se complicarían las cosas para el niño dentro de unos 20 años, no sería lo mismo que un adulto con menos años por delante. — explicó

Si me parecía guapo, ahora también generoso e inteligente, que buen combo de tentaciones.

—Muy bien Casanova. Entrarán a cirugías en orden alfabético, a la primera Casanova, la segunda Robinson y la tercera Sanders. Así evaluaré su potencial. Prepárense.

—Si doctora. —repitieron al unísono.

Entré al quirófano leyendo muy bien el caso médico, soy demasiado meticulosa, no es un procedimiento difícil para mí, pero la idea es no encontrarme con ninguna sorpresa.

Maximiliano, por ser el residente y mi apoyo, debe ayudar a ponerme la bata sin infectarla. Mientras lo hacía, mantenía mis dos manos estilizadas frente a mí y repasaba cada paso de la cirugía en la mente.

Él se coloca detrás de mí, ata las tiras de la bata en mi cintura y pone una de sus manos en ella, mi corazón se detuvo.

—¿Así está bien, doctora? — preguntó, y en una habitación fría, su voz vino acompañada de una pequeña bocanada de aire caliente en mi cuello.

Giré un poco la cabeza y estaba tan cerca que efectivamente sentía su respiración.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo