Capítulo 4

Asentí con mi cabeza para indicarle que estaba bien y creo que también tuvo una especie de corriente en su cuerpo, como yo, porque al estar tan cerca también se estremeció un poco y se retiró.

—Bien, será una cirugía agresiva, pero te permitiré realizar la apertura de tórax y dar inicio a la detención temporal del corazón. — dije reponiéndome.

No le estaba delegando tantas responsabilidades porque quisiera beneficiarlo, es que por el momento tenía una leve taquicardia y para mi podía ser comprometedor empezar la cirugía de esa manera. Lo oportuno era que me calmara. Se iluminó su cara.

—¿en serio? ¡Muchas gracias doctora Mónica, es una gran oportunidad para mí! —expresó sonriente.

Sentí un alivio, hacer sonreír a alguien no se me da últimamente, lo cual me hacía pensar en Christian mientras me preparaba. Debo reparar lo que sea que este mal en mi matrimonio, esto no puede seguir.

Entramos y nuestro pequeño paciente ya se encontraba sedado, lo observo, es tan pequeño y tiene un lindo cabello rubio debajo de su gorro.

—Buenos días a todos, mi nombre es Mónica Montenegro, la nueva jefa del departamento de cardiología intervencionista, no tuve el gusto de presentarme, pero sé que podremos trabajar como un equipo. El doctor Casanova será mi asistente en esta cirugía y comenzará con la apertura de tórax. — dije

Todos asintieron y comenzamos.

Maximiliano era muy delicado y tenía una precisión increíble, se nota que tiene muchísimo talento, no me extrañaría que en unos años me superara. Pero eso no era lo único que me intrigaba, quería saber si él también se sentía atraído por mí, o solo eran cuestiones de mi cabeza.

—Estamos listos para su intervención doctora Montenegro. — me indicó Maximiliano, que ya había terminado su parte. — el corazón es todo suyo. — sonrió.

Ahora el cuerpo del paciente era bombeado de sangre por parte de nuestra máquina de asistencia.

—Excelente trabajo doctor Casanova, me sorprendió de buena manera. — dije honestamente.

—Viniendo de una eminencia como usted, me siento muy alagado. — dijo sorprendido.

Se apartó de mi lugar y empecé la corrección de las válvulas y accesos. Podía notar todos los ojos encima de mí, tenía una manera de operar que muchos admiraban y lo sabía, siempre he sentido que operar es mi razón de ser, sale tan natural y fluido, incluso cuando algunas cosas salen mal, solucionarlo me da tanto placer.

El procedimiento estaba listo, se complicó un poco la corrección, pero ya había visto casos parecidos así que lo maneje como una profesional. Ahora solo quedaba la reconexión del corazón al sistema vascular.

—Listos para desconectar. —dije seriamente.

la enfermera desvinculó nuestra máquina. Pasaron cinco segundos y el corazón no respondía. Podía sentir mi corazón latir muy fuerte. “Vamos, vamos, vamos” decía para mis adentros mientras observaba el corazón. Diez segundos.

Tomé el corazón entre mis manos y comencé a masajearlo.

—¿Nombre del paciente? — le pregunté a Maximiliano.

—Rodrigo. — respondió.

Me acerqué a él mientras seguía comprimiendo su corazón con mis manos.

30 segundos

—Rodrigo, tienes un gran personal aquí, todo salió muy bien, pero debes ayudarnos, es tu corazón y ya está sano, acéptalo. — le susurré.

Entonces empezó a latir, justo en mi palma, sentí que pude respirar, lo coloqué en su sitio.

—Señores, listos para cerrar. —dije triunfante.

Por suerte, todo salió bien. Salimos, nos dirigimos a los preocupados padres que estaban en la sala de espera y les comuniqué que la cirugía había sido un éxito. Su felicidad, su paz, era increíblemente gratificante. Giro hacia Maximiliano y me estaba observando con una mirada tan dulce. La devolví.

Me dirijo a la sala de descanso.

—Doctora. —Me llama Maximiliano mientras trata de alcanzarme.

—Sí, dime. — dije

—Quisiera agradecerle por darme la oportunidad de participar en la cirugía. —dijo conmocionado.

—Tengo que ver de que es capaz mi personal, lo hiciste bien, tranquilo.

—Sí, pero después del accidente pensé que la primera impresión estaba arruinada. — dijo mientras se colocaba frente a mí.

Otra vez esa mirada, es una mirada dulce pero atrevida, este niño parece tan inofensivo y a la vez es como si tratara de llevarme a un terreno donde él tenga el control.

—Considero que eres un pésimo conductor, pero eso no influye mis consideraciones en cuanto a tu trabajo como médico Maximiliano. — dije honestamente.

—Gracias, de verdad, y por favor, dígame Max, es más corto. —dijo sonriente. — podríamos empezar nuevamente. — estirando su mano en forma de conciliación.

Estreché su mano y me volví a sentir de 16 años, cuando un joven intentaba comprar alcohol en la tienda donde trabajaba, y me sobornó con una sonrisa para que se los vendiera. Así, tonta, inofensiva y confundida, porque reconocía que era algo meramente superficial.

Con nuestras manos estrechándose, dio un paso más cerca de mí. Definitivamente, quiere jugar.

Solté su mano.

—Lo llamaré como crea conveniente doctor Casanova. Si me disculpa, me retiro. — dije seria y tratando de ocultar que estaba asustada.

Caminé apresurada hasta llegar al baño. Lo dejé en medio del pasillo y podía sentir como su mirada me penetraba desde la distancia, ese peso que siento cuando me ve.

En el baño, mis manos tocan el espejo y me miro, estoy asustada, lo reconozco, la taquicardia es obvia, pero es que, dios mío, no conozco nada de este muchacho, es menor que yo, está bajo mi mando, tengo un gran esposo esperándome en casa y tengo la m*****a sensación de que, si ese hombre me toca un poco más, logrará que me derrita.

El sonido de mi teléfono interrumpe mis pensamientos, lo tomo del bolsillo, es Christian, ahora siento que el baño se hace cada vez más diminuto, culpa que se transforma en claustrofobia y debo recordarme que no hice nada malo. No estoy haciendo nada malo. No lo he engañado, soy una buena esposa.

—Hola amor, ¿está todo bien? No llamas cuando estoy en el trabajo. — dije en tono suave mientras me tranquilizaba.

—Mónica, voy a hacerte una pregunta y necesito que seas honesta. — dijo muy serio. Ese tono me asustó demasiado.

—¿qué pasa? —dije asustada.

—estoy en el baño, encontré un blíster de pastillas anticonceptivas en la papelera, están vacías. ¿Son tuyas, Mónica? —le estaba temblando un poco la voz.

Sentí que iba a morirme, no tenía estabilidad, me descompuse y terminé en el suelo del baño. Mi matrimonio se desmoronaría debido a unas pastillas.

Tenemos cinco años de casados y desde el primero Christian quería tener hijos, le expliqué de muchas maneras que no estaba lista y lo comprendió, pero hace un año su insistencia creció y a mí se me acabaron las excusas, por lo que tuve que ceder.

Los primeros seis meses lo intentamos, y aunque no lo logramos, sentía que era una agonía la incertidumbre, el sexo y todo lo relacionado a hijos. Me especializo en cardiología pediátrica, trabajo con niños, pero tenía tanto miedo, nunca tuve una madre, no sabré que hacer con uno en casa.

—El silencio lo dice todo, no pensé que fueras capaz de engañarme así. —dijo profundamente herido y a mí no me salía ninguna palabra, estaba tan avergonzada y sentía tanta culpa.

Hace seis meses comencé con las pastillas otra vez, tenían grandes proyectos para mí en este hospital y no quería dejarlos. No le dije nada porque sabría que no iba a entender y no tenía cara para desilusionarlo.

—Christian, lo puedo explicar. —traté de decir con voz entrecortada.

—No tienes que explicar nada, todo está claro. —Respondió decepcionado.

Colgó.

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