69 Secuestrador.
Eryn sintió que el mundo se estrechaba hasta convertirse en un túnel oscuro y sofocante. El aire le quemaba los pulmones, pero no lograba llenarlos. Un temblor incontrolable, que comenzó en sus manos, se extendió por todo su cuerpo como una corriente eléctrica de puro pánico. Sus ojos le escocían, abrasados por las lágrimas que se negaba a derramar delante de ellos, y un nudo de angustia, duro y punzante, se le había anclado en la boca del estómago, provocándole náuseas que apenas podía contener.
No podía quedarse allí un segundo más. Con un murmullo apresurado sobre necesitar una copa, un respiro, cualquier excusa, se dio la vuelta y huyó del salón, de esas miradas que lo despedazaban, de la palabra que aún resonaba como un latigazo en sus oídos.
Puta. Había cumplido con el pacto. Había herido a Evdenor, quizás más de lo que Lysandrel había esperado. Pero el costo lo estaba pagando él, con cada fibra de su ser.
Encontró refugio en un pasillo lateral, alejado de la música y las ri