62. Consecuencias del amor.
La mañana llegó con una dulzura que a Eryn le pareció casi una traición. Un rayo de sol se colaba por la ventana y acariciaba su rostro con insistencia, obligándolo a abandonar las últimas sombras del sueño. Con un quejido suave, buscó refugiarse en el calor del pecho de Evdenor, pero sus manos solo encontraron las sábanas frías y vacías.
Abrió los ojos con pesadez, parpadeando hasta que el dormitorio real cobró forma. Se frotó los párpados, aún cargados de un cansancio que no era solo físico. La noche había sido larga, intensa, y aunque había caído rendido en brazos de Morfeo, lo había hecho aferrado a Evdenor como a un salvavidas.
Aferrado al ¿príncipe? ¿amante?
¿Aferrado a qué era Evdenor para él ahora?
La línea entre el sirviente y el amante se había desdibujado por completo. Él mismo la había cruzado con declaraciones efusivas y una entrega total, en cuerpo y alma, en el transcurso de una sola noche. "Te amo tanto que duele". El eco de sus propias palabras, aún vibrantes en