45. Vínculo y Agonía.
La tensión en los pasillos del castillo era tan espesa que se podía cortar con un cuchillo. Evdenor recorría cada centímetro con una energía frenética, su mirada escrutando cada sombra, cada rincón, como si pudiera materializar a Eryn con la fuerza bruta de su voluntad. Fue en uno de los patios interiores donde su búsqueda chocó con una escena que le hizo hervir la sangre.
Gwaine, apoyado contra un arco de piedra con su habitual aire de despreocupación, parecía estar en medio de un animado coqueteo con una de las sirvientas de la cocina. Su sonrisa era relajada, sus modos, demasiado familiares. La risa de la joven se cortó de raíz al ver al príncipe. Una reverencia rápida y temblorosa, y la muchacha huyó como si el mismísimo diablo la persiguiera.
El rostro de Gwaine se nubló de fastidio. Le habían ahuyentado su diversión nocturna.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —la voz de Evdenor era baja, pero cargada de un hielo que prometía tormenta—. ¿Por qué no te presentaste
a la reun