Curiosidad o algo más
A unos puestos de distancia, Angie Blackwell observaba con curiosidad a Zane. No era la primera vez que lo veía, pero hoy había algo en él que la hacía prestarle más atención de lo habitual. La forma en que se movía, algo inquieto y la forma en que había hablado, tan impulsiva, la habían intrigado.
Angie había notado su presencia en varias clases anteriores, pero hoy, después del incidente en el aula, algo había cambiado. En un primer vistazo, Zane no era el tipo de persona que ella solía asociar con sus círculos. Era un poco diferente: su apariencia algo desordenada, sus ropas cómodas y oscuras, pero un tanto fuera de lugar en el ambiente académico, como si su mente estuviera ocupada en algo más que en los apuntes. Tenía una mirada intensa, casi desafiante, pero también vulnerable. Su expresión era un reflejo de alguien que estaba lidiando con algo mucho más grande que las simples discusiones académicas.
Angie, que se sentaba adelante, observó cómo Zane intentaba restar importancia a lo que había dicho, esforzándose por recobrar el control sobre la situación. Podía ver que se sentía incómodo. Había una tensión palpable en su postura, una frágil capa de arrogancia que cubría la inseguridad de alguien que estaba acostumbrado a esconder más de lo que mostraba.
Había algo en él que la atraía, algo oscuro, pero intrigante. Era casi como si su presencia no encajara del todo en el aula, como si estuviera en un lugar donde no quería estar. Quizás sus ojos, de un tono azul profundo que Angie no lograba identificar, revelaban una historia que él prefería mantener oculta. Y, sin embargo, no podía dejar de mirarlo. Había algo magnético en él, una mezcla de vulnerabilidad y desafío que despertaba la curiosidad de la joven.
Cuando Zane comenzó a justificarse, Angie notó su nerviosismo. Esa risa forzada, esa corrección apresurada, no le parecían propias de alguien que tuviera el control de la situación. Su rostro, usualmente tan confiado y arrogante, mostraba una grieta en su fachada. Y eso la intrigó aún más.
¿Quién era realmente Zane Lancaster? ¿Por qué no parecía encajar en el mundo de la universidad? Y más aún, ¿Por qué le resultaba tan difícil explicar su historia? Algo en sus palabras no encajaba. Y en sus ojos, podía ver una batalla interna, un conflicto que él no estaba dispuesto a compartir con los demás, pero que ella sentía en cada gesto, en cada mirada esquiva.
Angie se mordió el labio inferior, sintiendo que su mente daba vueltas alrededor de esas preguntas. ¿Qué hacía que Zane se sintiera tan incómodo en su propia piel? La manera en que se había apresurado a retractarse había dejado una huella de inseguridad que Angie no podía ignorar. Quizás, solo quizás, había más de lo que él estaba dispuesto a mostrar.
Y ella iba a averiguarlo.
La Crisis
Cuando la campana final de la clase resonó y Angie se levantó rápidamente de su asiento, decidida a acercarse a Zane. Había algo en él que la atraía, algo que no podía ignorar y aunque sabía que sus palabras probablemente no cambiarían nada, sentía la necesidad de hacerle una pregunta. Se dirigió hacia él con paso firme, atravesando las filas de pupitres vacíos, pero cuando estaba a punto de llegar, una ola de energía extraña y descontrolada pareció envolver el aire.
Zane se detuvo en seco. Angie lo vio, la tensión en su cuerpo se volvió palpable en cuanto la crisis comenzó a desatarse. Su rostro se torció en una mueca de dolor y sus manos, que antes parecían inofensivas, comenzaron a temblar violentamente. Fue como si algo dentro de él se estuviera rompiendo. Los ojos azules de Zane brillaban con intensidad y algo en el aire cambió, como si la atmósfera misma se volviera más densa, más eléctrica.
Angie dio un paso atrás instintivamente, observando cómo el poder de Zane se desbordaba. Un estremecimiento recorrió su cuerpo y vio cómo los estudiantes cercanos a él comenzaron a reaccionar. Un par de ellos se desplomaron, otros caían al suelo cubriéndose la cabeza, como si una fuerza invisible los estuviera empujando hacia el piso. La energía parecía chocar con las paredes del pasillo, alterando a los presentes, pero para su sorpresa, Angie no sentía nada. No era como si el poder de Zane la afectara de la misma manera que a los demás.
Sintió un escalofrío recorriéndole la espalda mientras veía el caos desatarse alrededor de él. Todos los demás estaban demasiado aterrados para entender lo que sucedía, pero Angie, con una calma desconcertante, observó cómo Zane, con los ojos cerrados en un intento de controlar el torbellino que le recorría, luchaba por mantener el control. Había algo en él, algo poderoso, pero también algo que lo estaba destruyendo por dentro.
Zane abrió los ojos, su respiración agitada y en cuanto los fijó en Angie, una confusión profunda se reflejó en su rostro ¿Por qué ella no parecía afectada? Nadie en el corredor y en aula, excepto ella, se había mantenido en pie sin caerse o sucumbir a la energía descontrolada que él estaba emitiendo. Era como si Angie fuera invisible a la tormenta que había desatado.
Antes de que pudiera hacer cualquier movimiento, los guardias del campus, alertados por el alboroto, llegaron con rapidez. Angie los observó con una mezcla de curiosidad y ansiedad. Sus miradas se centraron en Zane y en ella con una intensidad palpable. De inmediato, se acercaron a ellos, controlando la situación con una eficiencia sorprendente y los escoltaron hacia la dirección. Angie, aún con el corazón acelerado por el incidente, caminó al lado del joven, sin poder dejar de pensar en lo que acababa de presenciar.