Acabamos el desayuno y comenzamos a caminar por todo el centro hasta que le sugiero ir a Coyoacán ya que hoy hay una feria del Pan de muerto y Tamales. Diego acepta, diciéndome que si soy su guía, él me sigue a todas partes.
Entonces, tomamos el metro y sorpresivamente el vagón donde entramos viene casi vacío. Diego se acerca a mí y me arrincona un poco contra una de las paredes. El saco gris que trae en este momento se le ve increíble y yo admito que me siento soñada acompañada de un hombre así. Él me toma de la cintura y me besa.
―Pensé que no nos besaríamos en público― le digo cuando separa mis labios de los suyos.