Brianna no tenía tiempo de pensar en todo el drama de una familia que ni siquiera era suya, así que miró a su nuevo esposo y espetó:
—Kane, ¿dónde nos alojaremos Evan y yo? Hay mucho que tengo que hacer para asentarnos aquí, y mientras más pronto comience, mejor.
Él frunció el ceño, pero resopló y giró su silla hacia la salida al jardín.
—Vengan conmigo.
Madre e hijo lo siguieron a través de una moderna puerta corrediza y salieron al jardín, un enorme espacio en el que resaltaba una gran piscina, una estructura en el fondo y loma hasta que se perdiera la vista, además de una estructura al costado, de una sola planta. Kane abrió las puertas de vidrio con calma y, al pasar tras él, Brianna una nueva cara que no conocía.
—¡Oh, ya llegaron! —clamó la mujer, de cabellera rubia y unos preciosos ojos azules que no podían ignorarse, pues brillaban con intensidad en su delicado rostro. Ella se levantó del sofá y caminó hacia Brianna y Evan enseguida—. ¡Bienvenidos!
Parecía emocionada, vaya lo