Epílogo.
El embarazo de Juliana avanzaba con serenidad y felicidad. A medida que su vientre crecía, también lo hacía su amor y anticipación por el bebé que estaba por llegar. Alfredo estaba a su lado en cada paso del camino, cuidándola y apoyándola en todo lo que necesitaba.
La hacienda de Alfredo, ahora también de Juliana, se llenaba de vida y actividad. Juliana se había adaptado rápidamente a su nuevo rol como dueña. Sus conocimientos sobre la tierra y su pasión por el café la hacían destacar en la gestión de las plantaciones. Trabajaba codo a codo con los empleados, aprendiendo de ellos y compartiendo su entusiasmo por mejorar y optimizar la producción.
—Eres increíble, Juliana. La hacienda nunca ha estado tan bien gestionada —comentaba Alfredo con orgullo, observándola mientras supervisaba las cosechas.
—Gracias, amor. Estoy feliz de poder contribuir y hacer crecer nuestra hacienda —respondía Juliana, sonriendo mientras acariciaba su creciente vientre.
Además de su trabajo en la hacienda, J