Capítulo 33. ¡Tú lo has provocado!
Solo el vestido los separaba. Maxwell no reparaba en tocarla por encima de la tela, parpando sus pechos llenos, vientre suave y caderas seductoramente redondeadas.
Un gemido de placer dulce y terrible se escapó de sus labios. Le besó la oreja, la mejilla, el cuello y, a través de la suave tela, el hombro derecho y el izquierdo.
Su mano se acomodó por encima de la curva de las caderas. Y sus dedos se hundieron en esa carne joven y firme, aunque otras partes de él también querían hundirse en ella con fuerza; con mucha fuerza.
Valentina estaba a su merced, y no se atrevía a emitir ni un sonido… se mordía los labios para acallar sus gemidos y quejidos, porque estaba segura de que Maxwell haría que se sintiera tan salvaje y voraz como él.
Maxwell necesitó toda su fuerza de voluntad y una gran dosis de vergüenza por su falta de control, y por su deslealtad hacia Ethan.
Pero liberaba todas aquellas emociones encontradas con la rudeza que estaba empleando, tachándola en su mente domina