La niñera, que se encontraba en la habitación contigua, se alarmó al escuchar el tumulto, del sonido de cristales rotos y el golpe seco que reverberó por el apartamento.
Corrió hacia la sala de estar, con el corazón, latiéndole a toda prisa. Al llegar, vio a Aurora arrodillada junto a Bella, que yacía desmayada y desangrándose en el suelo.
—¡Dios mío! ¡Señora, llamaré a emergencias! —exclamó la niñera, horrorizada, mientras giraba para buscar su teléfono.
—¡No te metas en esto! —gritó Aurora, deteniendo a la niñera en seco con su voz cargada de furia.