Despacio doy unos cuantos pasos hacia el camino de regreso con la esperanza de encontrarlo o aunque sea ver su silueta abandonarme.
—¿En serio te has ido? — le digo a la nada — ¿Fresita? — digo una última vez. Si ha vuelto al gimnasio, de seguro está muy lejos ya.
Apretó los puños tragando la saliva que se había hecho tan pesada y amarga.
Doy media vuelta siguiendo el camino anterior; si me dejo sola, tampoco correré a buscarlo. Quizás se arrepintió de acompañarme. ¿Y si fui muy pesada con él? ¿Se habrá sentido mal por decirle que no a la pijamada que me estaba ofreciendo?
Así como mi temor incrementa