—¡No puede ser cierto, la mate! — Aunque mi cerebro está dando vueltas ahora mismo, aún soy capaz de reconocer las diferentes voces de mis amigos y justamente la de Pejelagarto comienza a desesperarme cada vez más—No fue mi intención, fue un accidente ¿Viste Tamira, cariño? ¿Todos vieron? —Ganas me dan de quitarme el zapato y devolverle el golpe, quizás y así consiga activar algo dentro de él y convertirlo en el próximo Stephen Hawking. Pero no, no a la violencia amigos— ¡Ella se cruzó!
—¡Me pegaste!
—¡Te cruzaste!
—Y ahí te va uno de regreso, malandro— gritó antes de impulsar mi cuerpo hacia él. Pero ante